Aunque en principio no estaba entre sus planes, Víctor David Díaz tuvo la mejor despedida de un Juego de Estrellas que podía darse tras una gran trayectoria profesional: se puso el uniforme con el dorsal 4 a la espalda, disputó los últimos cinco minutos del juego y pudo celebrar en la cancha el triunfo de los Criollos ante los Importados, 115-114.
Gozó de cinco oportunidades para lanzar de tres puntos pero la pelota se resistió. En un juego que además iba muy cerrado, le faltó fortuna para ser el hombre de la cesta decisiva, pero lo gozó como un niño.
Antes había recogido una placa en la mitad del duelo, recibió el abrazo de Richard Lugo y la gente coreó su nombre, en el mismo escenario en el que en 1991 ganó el oro en el Suramericano de Naciones y en el que, años después rompió el récord de puntos de la LPB.
“Fue un gran gesto de Sergio Silvio, de Bob Abreu y de quienes fueron mis compañeros en la cancha, el decirme que fuese a uniformarme y jugase un ratico. Ojalá hubiese caído un triple de esos, pero estoy contento igual de que el equipo haya ganado, que se haya organizado este juego y que el público de Valencia y de Venezuela haya disfrutado. Me siento agradecido”, afirmó el mítico jugador.
“Antes querían que participase en la competencia de triples y que retase al ganador, pero no me pareció lógico”, reveló. “No estaba motivado pero hablaron conmigo todos. Me motivaron para que la película tuviese un final diferente. Quería que entrase algún tiro pero estaba más frío que un Bon Ice”, reconoció entre risas.
Más allá de no haber anotado algún punto, se queda con “una experiencia inolvidable y de vida y ahora debo trasladar lo hecho en el baloncesto a otros escenarios. La misión que he tenido en mi vida es la de aportar y ayudar a otros”.
