La Cumbre no fue más que una alfombra roja donde desfilaron personalidades para dar un discurso incoherente y buscar algún centimetraje internacional. Fue un show y malo. Esta vez solo sirvió como escenario para la novela entre Obama y Castro quienes fueron tan descarados que abandonaron la plenaria para acordar en secreto su pacto bilateral a sabiendas que el resto de los mandatarios no iban a decir nada importante y no iba a haber declaración oficial alguna. Es quizá la foto más cara, esa que recorrió el mundo e hizo historia al menos.
Pero en el continente sigue sin haber consensos políticos y económicos básicos que permitan crear alguna comunidad de algo. La democracia es un concepto huérfano o, peor aún, prostituido por el caudillismo populista. Raúl se dio el lujo de robarse el show a pesar de decir cosas como estas: 1) Que la revolución que ha ejercido hegemónicamente el poder en la isla había visto pasar a diez presidentes norteamericano antes de Obama, 2) Que se solidarizaba, no con el Estado venezolano, sino con la unión cívico militar encabezada por Maduro, 3) Que se solidarizaba, no con el pueblo venezolano, sino con el pueblo chavista. En tres frases describió perfectamente su talante dictatorial que sirve de inspiración a unos países y genera indiferencia en los otros. La democracia no es tema ya. La pluralidad, la institucionalidad y la alternancia, son principios del siglo pasado que ya no tienen importancia. A los gringos solo les importa el modelo económico, lo demás era excusa. Si Cuba quiere ser la China de América tiene ya la mesa servida y todas las garantías del imperio. Mientras que al resto de los países prefieren comprar impunidad interna manteniendo silencio a lo externo.
Es verdad que Maduro hizo el ridículo. Lo de las firmas no fue más que un show fallido y dio un discurso acomplejado en el que suplicó por una cita con Obama a pesar de que este no se encontraba en el recinto. No pudo evitar la bipolaridad al tratar de ser antiimperialista sin criticar a Obama a quien antes Raúl había exaltado más que al propio Chávez alguna vez. El clímax fue cuando confundió a Estados Unidos con Gran Bretaña en su alusión a Eric Clapton y, por supuesto, su frase antivenezolana y vergonzosa de “yo me encabrono”. Pero también es cierto que los expresidentes y las esposas de los presos políticos no pudieron lograr pronunciamientos oficiales de jefes de estados sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela. Una tímida alusión de Obama al respecto fue lo único que se escuchó en la Cumbre. Y es que como ya dije, la democracia y los derechos fundamentales de los ciudadanos ya no son temas de esos foros. Como le escuchara a una persona que suele mezclar la política con el deporte en sus análisis, para el Gobierno se trató de un empate en su propia cancha, lo cual está muy por debajo de las expectativas sembradas por Maduro quien regresa sin duda derrotado.
El show se acabó y ahora toca gobernar. El país sigue embalado hacia el abismo en medio de cadivazos y andorrazos. La inflación ya no se puede ni contar y la escasez es cada vez más humillante. Dólares no hay y el sistema cambiario amenaza con colapsar o migrar a una especie de corralito. Los presos siguen presos y la gasolina espera su turno para inflamar la crisis. El Simadi pisando los Bs. 200,00 es la mejor medida para evaluar la agenda económica de Maduro. Por algo no se atreven a ponerle fecha a las elecciones parlamentarias.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
