Para recordar: “… para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 14:15).
Hace algunos años, una familia estaba compartiendo con unos amigos. Entre la conversación surgió un tema álgido y los padres casi se van a las manos. Por cierto, es una actitud ermitaña de resolver los problemas. Y los hijos, al ver este incidente, estuvieron a punto de agarrarse, o pelearse con los otros niños, siguiendo el ejemplo de los padres.
¿Quiénes son o somos ejemplo? Padre y madre de la familia; un docente; un líder religioso; un obrero; el director de alguna institución; hasta llegar al presidente de una nación.
En la “VII Cumbre de las Américas”, en Panamá, asistieron delegaciones que perdieron el juicio y se golpearon fuertemente entre coterráneos. Hubo, también, palabras acaloradas de presidentes o acompañantes ¿Qué respuesta esperamos de la población que los observó?
Dado nuestro tema, con el permiso de ustedes, adaptaremos parte de un dicho usado en otros ámbitos y diríamos: “Un buen ejemplo vale más que mil acciones”.
Pensar que hay buenos y malos ejemplos. En tal sentido White, E., dice: “El buen ejemplo de otros, puede ejercer influencia durante cierto tiempo…” (Alza tus ojos, p.206). Pero, cuando algunos toman como modelo a otros mortales y fallan, los seguidores se desmoralizan.
Tal vez por ello, Dios no se equivocó al decir: “Maldito el que confía en el hombre, el que se apoya en la carne, y su corazón se aparta del Eterno… Bendito el que confía en el Eterno, y pone su esperanza en Él” (Jeremías 17: 4-7).
Cuando Jesús dijo: “Ejemplo os he dado…”, estaba finalizando el acto de lavarles los pies a los discípulos ¡Verdaderamente fue un acto de humildad y humillación porque era Dios! Pero, les enseñó a dirimir las discordias y aprendieran a convivir, aún teniendo diferencias.
Con el rito de humildad (el lavamiento de los pies), Jesús no estaba enseñando que tenemos que besarle los pies a nadie (tampoco besar su mano, en señal de sumisión), porque eso sería un acto de humillación y eso no lo quiere Dios. Seguir el ejemplo de Jesús, es convertirse en un consiervo, y decirle al familiar, amigo, hermano, hasta al adversario, que lo amamos y estamos dispuestos a perdonarle y/o servirle.
Cuando Juan el profeta vio al ángel, señaló: “Yo me postré a sus pies para adorarlo. Y él me dijo: No hagas eso. Yo soy siervo como tú y como tus hermanos que se atienen al testimonio de Jesús ¡Adora a Dios! Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía” (Apocalipsis 19:10).
“Cristo es nuestro ejemplo… Su carácter estaba compuesto de cualidades morales entre las cuales encontramos todo lo puro y todo lo que es verdadero, todo lo amable y todo lo que es de buen nombre” (E.W., Cada día con Dios, p.164).
La autora citada, hablando del ejemplo de Elí, como Sacerdote y Juez del pueblo de Israel, dijo: “Aquellos que no tienen suficiente valor para reprender el mal, o que por indolencia o falta de interés no hacen esfuerzos fervientes para purificar la familia o la iglesia de Dios, son considerados responsables del mal que resulte de su descuido del deber. Somos tan responsables de los males que hubiéramos podido impedir en otros por el ejercicio de la autoridad paternal o pastoral, como si hubiésemos cometido tales hechos nosotros mismos” (Patriarcas y Profetas, p. 625).