Nos mintieron en el colegio, no somos un país rico. Crecimos reconfortados en ese embuste, en esa reminiscencia de “ta’baratismo” que nos llegó, como toda leyenda, por tradición oral. Nuestros abuelos de la “Venezuela Saudita” se lo contaron a nuestros padres y éstos hicieron lo propio con nosotros. De allí que a los venezolanos nos distraiga preguntar “?Quién se ha llevado mi queso?” y en esta inquisición, tan ramplona como el libro, se nos vaya la vida. Estamos construyendo la política y la economía desde un dogma que nos hace daño.
Según el Fondo Monetario Internacional, nuestro Producto Interno Bruto alcanzó los 315.841 millones de dólares a finales de 2011. Esta cifra nos ubicó en la casilla número 34, ligeramente por debajo de Colombia y muy por debajo de Argentina, México y Brasil. Hablando en términos proporcionales,nuestro PIB per cápita es de 12.568 dólares(PIB dividido entre el número de habitantes) y ocupamos el puesto 72, por debajo de Santa Lucía (sí, la isla), Panamá, México, Uruguay, Trinidad y Tobago, Chile y Argentina.Desde una perspectiva social, la ONU nos posiciona como el país 73 en el Índice de Desarrollo Humano, lo que supone uno de los peores rendimientos entre los países petroleros.
La mala noticia es que estos números son, en realidad, mucho peores. Los indicadores internacionales toman como referencia los datos del Banco Central de Venezuela y los cálculos se hacen sobre la base del dólar oficial,ofreciendo resultados altamente cuestionables. La buena es que los precios del petróleo nos brindan un buen momento para construirnos desde la verdad. No somos ricos pero podemos serlo si nos atrevemos a derrotar el populismo que nos arrulla desde la cuna. El discurso político debe racionalizarse, pues sería patético morir “buscando el queso”.
Llamaré líder al venezolano que enfrente al status quo, al que no coquetee con la mentira porque ese es un juego peligroso. El populismo quema y genera una pobreza que muerde carne humana.
@yongoicoechea