Se ha demostrado que la habilidad para tocar un instrumento, para las artes plásticas, el baile u otro tipo de aptitudes o capacidades relacionadas, las llevamos en los genes. Partiendo de esto hay que tener en cuenta que no se hereda la habilidad o virtuosismo del progenitor, sino las aptitudes o capacidades iniciales que habría que desarrollar. Tal es el caso de la artista plástica Naylet Alvarado, quien nos cuenta con toda sencillez como despertó en ella el talento heredado de su madre
Su madre Petra Mercedes gozaba de una letra tipo imprenta maravillosa con sello muy personal que la empleaba en su desempeño como secretaria y quienes la conocían se acercaban hasta ella para solicitar que les elaborara diferentes correspondencias ya que para ese entonces no existía la máquina de escribir y todo se hacía en manuscrito, lo que le permitió destacarse. La hija admiraba su trabajo, por lo cual empezó a temprana edad a imitarla hasta que logró hacerlo con gran soltura y así desarrolló su talento aplicándolo en las láminas y las diferentes labores escolares que le asignaban cuando estudiaba primaria y secundaria donde los maestros y profesores se apresuraban a solicitarle el permiso para quedarse con sus trabajos ya que a simple vista se enamoraban de su obra reconociendo su destreza. Sus compañeros de igual manera sabían lo fácil que era para ella y siempre recurrían a su auxilio a la hora de presentar alguna actividad de importancia.
Su madre también bordaba con ligereza y hacia siluetas empleando hilos de colores matizados, esto robaba su atención y se formuló una pregunta, ¿Si eso hace mamá con los hilos, yo también podría hacerlo con mis colores? y fue así cuando mezcló los tonos por ensayo y error despertando en ella la pasión por la pintura.
Su padre Venancio notándole el talento, se motivó y la inscribió en un taller vacacional de pintura en El Tocuyo con el profesor Aguirre quien era ecuatoriano y contaba con un estudio de fotografía y dibujo y trabajaba aplicando en sus talleres la técnica del sombreado en blanco y negro. Percibiendo que muchas de las técnicas que el profesor aplicaba, ya ella las manejaba de manera empírica y aunque fue corto el tiempo aprendió a trabajar con la iluminación y la sombras, esto le aportó mayor seguridad en su talento descubriendo que la pintura la desarrollaba con gran libertad.
Públicamente se inició en el año 1964 cuando una persona que sabía de su talento se acercó y le sugirió que elaborara un pergamino para el Consejo Municipal que sería entregado al gobernador y fue a través de esto que se dio a conocer más a la luz pública. A partir de allí su labor se expandió a nivel cultural y social.
Estando al servicio de la comunidad en la parte cultural, descubre que su fuerte es el dibujo repujado y fue entonces cuando decidió trabajar para el público con tarjetería para cada ocasión, sin abandonar sus encargos en laminas, diplomas, pintura en oleo y más, lo que desarrolla con gran inspiración y pasión. Actividad que le da gran satisfacción al ver su arte ya terminado.
Reconoce que fue Dios quien le dio el talento, su madre lo despertó en ella como un legado lo que la llevó de igual manera a descubrir y estimular a su hija Eliana desde muy pequeña, quien también lo tiene aunque en otro estilo. Su capacidad para crear maquetas, carteleras, decoraciones para eventos y trabajar con masa flexible le ha permitido crecer profesionalmente, trayéndole beneficios económicos y de igual manera ha entendido cuando su madre Naylet le hace entrega de los implementos de trabajo, que es un arte que debe continuar despertando cada día más en su hija María Verónica, quien también lo lleva consigo aunque de otra manera. En Eliana el arte se presenta de manera doble ya que su padre Edgardo Alvarado, es un talentoso pintor reconocido de la misma ciudad.
Anécdotas de una heredera
Mi primera experiencia de sudor y lágrimas, fue cuando me solicitaron por primera vez como ya les mencioné, crear un pergamino para la Cámara Municipal, otorgado al gobernador. Recuerdo con exactitud que mi hija Yamileth contaba con tan solo seis meses de edad cuando su papá la acercó a mi mesa de trabajo y ella por accidente derramó la tinta negra en el pergamino que ya estaba casi listo. Esto me descontroló en el momento y entre molesta y triste a la vez no paraba de llorar, luego mirando que faltaba poco por terminar se me ocurrió llamar al secretario municipal Che María Giménez quien a la vez tenía experiencia en la pintura y le conté lo sucedido, él notando mi desesperación me aconsejó “cálmese, todo tiene remedio menos la muerte, agarre una hojilla nueva y raspe toda la tinta y luego le pasa una borra y verá como lo recupera”. Este accidente me robó el sueño y me llevó a trabajar hasta la madrugada, porque el pergamino lo necesitaban a la mañana siguiente. Debía entregar un trabajo con excelencia y gracias a Dios lo pude lograr.
La súper caja
De igual manera con gran pasión Naylet nos cuenta: “Yo tenía una madrina que también pintaba, ella vivía cerca de mi casa y tenía una tremenda caja de 60 colores Prismacolor. Yo iba a su casa solo para verla como pintaba con todos esos tonos que le permitían hacer tantas degradaciones. Yo miraba esa espectacular caja deseando tenerla y me preguntaba a mí misma ¿cuándo será que yo podré tener una así? Ya que uno tenía las cajitas de solo 12 colores. Y fue en el año 1958, recuerdo claramente cuando me sorprendió el niño Jesús con el tan deseada regalo, yo no lo podía creer; ese día no comí ni dormí, solo quería dibujar todo el día, tampoco quería sacarle punta ni llevarlos al colegio por temor a extraviarlos y mucho menos prestarlos, pasaban los días y yo aún no podía creer que el niño Jesús me hubiera traído este inolvidable regalo”, con voz entrecortada reviviendo ese momento de emoción se levanta y alcanza el último regalo que recibió hace solo unos meses de su hijo quien cariñosamente le llama Caco, el cual se encuentra fuera del país puliendo el talento musical que gratamente Dios le otorgó, él le envió unas barras de tiza pastel. “Cuando abrí la caja, me sentí como la propia niña”, comenta Naylet. Su rostro se iluminó mirando la caja y todos los marcadores también recibidos en otras ocasiones tanto de sus hijos como de personas que le aprecian.
Como ya es bien sabido, nuestra artista plástico reconoce que fue Dios quien le dio ese talento y que cuando lo descubrimos debemos ser agradecidos aprendiendo a compartirlo y poniéndolo al servicio de los demás. Por lo que podríamos afirmar que el artista nace y se hace.
