El Obelisco y sus alrededores simbolizan para los barquisimetanos un espacio referencial.
Se trata de la carta de presentación de la ciudad de los crepúsculos, una zona de alto tránsito, ataviada por el célebre monumento erigido en 1952.
Pese a que se ha intentado dinamizar el lugar, con una que otra actividad deportiva o cultural, la indiferencia oficial es innegable. Así lo constató este rotativo a finales de 2014, cuando quedó en evidencia el deterioro de la redoma, donde suelen ejercitarse numerosas personas, quienes merecen un espacio seguro, limpio e iluminado. El problema sigue igual.
Hoy en día, como en otros importantes espacios de la urbe, el olvido salta a la vista en la popular redoma, donde otrora funcionó un parque infantil y hasta se estableció una laguna artificial con patos y otras aves.
La laguna está seca y los jardines desérticos. El ornato se perdió en medio de la desidia. La grama se secó, las fuentes dejaron de funcionar y parte de las instalaciones fueron destrozadas por los antisociales. Algunas figuras, como los flamingos, se encuentran destrozadas. Una especie de cueva se ha convertido en guarida de bandidos e indigentes. Las caminerías simplemente desaparecieron, al igual que las luminarias y la bomba de agua. Sólo la cerca que bordea ese desastre permanece inalterable.
Lamentablemente, se inauguran obras para luego abandonarlas y dejarlas a merced de la indolencia. Sin mantenimiento, sin seguridad.