Cuando se supo, por una filtración del banco publicada en medios extranjeros, de los miles de millones de dólares que tenía en el HSBC suizo el gobierno venezolano, la única explicación fue que de eso estaba informado el difunto Presidente, quien por cierto ya no está aquí para corroborarlo. Claro que el episodio me hizo recordar lo que en sus Memorias aquel antológico funcionario que fue Gumersindo Torres, primer Contralor General de la Nación, relatara. En cumplimiento de la ley era más difícil controlar el manejo de los dineros públicos que en los tiempos del gomecismo, pues entonces bastaba con decírselo al General, a quien tocaría, personal e intransferiblemente, tomar las medidas correspondientes. Y es que el personalismo político que murió en diciembre de 1935 vino a resucitar a finales del mismo siglo y se ha demostrado capaz de vivir desde el más allá.
Pero lo del opaco banco ginebrino no fue sino el primer derrame de un goteo que no ha parado y que se convierte en chorro. Pocas semanas después ha salido lo de la Banca Privada d’Andorra y su filial el Banco Madrid, que según ABC serían investigadas como “estructuras de blanqueo de capitales” del crimen organizado, y ya está en las portadas de otros diarios españoles como El Mundo que servían a las mafias rusa y china, y a dineros oscuros procedentes de Pdvsa. De estos últimos, lo que se ha detectado va por cuatro mil doscientos millones de dólares. Como se ve, la corrupción venezolana ha trascendido al robagallinismo, pues los corruptos criollos aparecen, al menos en las noticias, aparecen en un elenco muy selecto y destacado de la que podríamos llamar galería del crimen internacional, al lado de Weijun Hang, cuñado de Gao Ping, conocido en España como jefe de la mafia china, y Andrei Petrov, detenido capo de la mafia rusa en la península, con quien habría sido la “conexión venezolana”, en la cual la prensa menciona a varios altos funcionarios de lo que se ha llamado el enchufadismo del siglo XXI.
Claro que de todo esto no dice ni pío la alharaca propagandística oficial, dedicada a la retórica patriotera y belicista, ese “agárrenme que lo mato” que curiosamente no incluye suspender la venta de petróleo a los Estados Unidos que se despachan a razón de ochocientos mil barriles diarios y se cobran full prize sin falta, porque las “profundas diferencias” con el imperio no son para tanto.
Van sabiéndose estas cosas, y las que faltan por saberse. Secuelas naturales de la concentración de poder, el desorden, el descontrol, y la impunidad arrogante de los que se sienten por encima de la ley. Los últimos en enterarse serán los ingenuos compatriotas que fervorosos acuden a los mítines y los ejercicios militares, prestos a defender una patria que para algunos es un negocio.
