Lupasco advierte en su trabajo que si no se da a los elementos antagónicos la posibilidad de manifestarse, ni a las fuerzas centrífugas de repulsión, disociación y ruptura la posibilidad de intervenir, la estructura muere y el grupo desaparece sin haber existido realmente. Para el filósofo, “la estructura de una sociedad, de un estado monolítico, cualquiera sea su forma, dotado de una unificación y una cohesión identificante demasiado fuertes, despóticas, que paralizan y esterilizan las fuerzas antagónicas de liberación de la diversificación individualizadora, se encamina irresistiblemente, por el determinismo energético morboso de sus propias estructuras, hacia su esclerosis y su aniquilamiento”.
Esta afirmación viene a confirmar la relevancia de la diversidad y la desigualdad en todas las estructuras socialmente sanas. (No debe confundirse aquí la desigualdad con la injusticia ni la diversidad con la inequidad. Son conceptos que, paradójicamente, pierden por completo su significado en sistemas ideológicamente poéticos pero operativamente crapulosos y estercoleros).
En los sistemas altamente energéticos, la desigualdad viene a ser una necesidad patente, ineludible, y no una condición coyuntural satanizada. La vida pertenece y es proporcional a la heterogeneización y la diferenciación, mientras que la inercia y la muerte corresponden a la homogeneización e igualación (pensamos aquí los genocidios como homogeneización de una verdad étnica o las dictaduras como absolutización de una clase política. De ahí su horror y su ruina). Entonces pretender situar a la humanidad en un nivel de uniformidad extrema, destrozando la promoción individual del ser, serializándolo con etiquetas clasistas y partidistas, es un exceso fundamentado en la anti-energía. Y se hace insostenible.
Pero una diferenciación desequilibrada, una contradicción desgastante o un segregacionismo institucionalizado (hecho que, de cualquier modo, implica la homogeneización de una casta por encima de otras) agrede por igual contra el ya mencionado principio de la energía. Hay momentos de heterogeneización excesiva, desordenada, donde las estructuras vienen a dislocarse en una diversificación confusa y caótica y la pérdida energética se erige como constante y a la vez designio terminal. Es este el drama particular de las anarquías posdictatoriales y otros episodios basados en libertades próximas al desastre.
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