Los antiguos creían que la fortuna regía el destino de los seres humanos. Hoy sabemos que ni el azar ni la suerte explican los hechos políticos, pero valga un ejercicio a ver qué tanto rige eso de la buena o mala suerte.
Chávez tuvo la buena suerte de morir antes de ver el fracaso de su modelo económico y político.
Maduro fue desafortunado: recibió un país destrozado y con la obligación de respetar el legado chavista, aun si, tal vez, está consciente de que el modelo no sirve.
La pava de Maduro continuó cuando ganó las elecciones. Si las hubiera perdido, las decisiones duras las habría tomado Capriles y eso habría posibilitado que más tarde Maduro se presentara como candidato en un país ya saneado, pero que no perdonaría las medicinas de Capriles.
La suerte estuvo del lado de Capriles cuando perdió las elecciones, pues no le tocó tomar las amargas medidas económicas y sociales que hay que tomar y que pocos entenderían que son necesarias.
El riesgo del golpe militar “de izquierda”, que Pepe Mujica señaló como posible, no tiene sentido. Ya los militares gobiernan. La mala suerte de los militares es que ahora ellos no pueden desligarse del desastre chavista.
Y parte de esa mala suerte es que, por formación profesional, ellos aprendieron a mandar, pero no a gobernar. Los militares ordenan y obedecen. Gobernar es aceptar que hay otros que opinan diferente, cuestionan y enfrentan las decisiones del gobernante quien, si es militar, veen esto un desacato a su dignidad personal y profesional.
Seríauna terrible mala suerte que algunos de la oposición intentaran un golpe y que además triunfaran. Así Maduro tendría la fortuna de salir del berenjenal en el que está metido para ir a un exilio que le permitirá descansar y reflexionar acerca de sus errores y, al mismo tiempo, disfrutar del aura de víctima de un golpe supuestamente dirigido por los yanquis.
Si, por causa del golpe, Maduro tiene la buena suerte de salir al exilio, podrá estudiar, entre muchas otras cosas, el por qué los chilenos, tras derrotar a Pinochet, no cambiaron, en lo fundamental, su programa económico. Y esto mucho tuvo que ver con el hecho que los dirigentes, de izquierda y marxistas, durante sus 17 años de exilio en muchas partes del mundo desarrollado, pudieron estudiar y entender el papel de las libertades económicas y políticas sin intentar el retorno a las políticas de Allende.
Ojalá el país entero, tirios y troyanos, no apostaran a la suerte, a la sinrazón, y más a la sensatez, a la convivencia y a la construcción de un futuro consensuado.