Me impresionó, me conmovió y me alegró, la referencia hecha por el Santo Padre Francisco, el pasado domingo 1 de marzo durante el rezo del tradicional Ángelus, a la situación de Venezuela. Esta oración semanal reúne a una multitud cuyo número varía hasta por razones climáticas, pero siempre es grande y es el momento escogido por los papas para manifestar sus alegrías y preocupaciones por las situaciones vividas en el mundo entero. El Papa es pastor universal y no le es ajena cualquier situación, alegre o triste, acontecida hasta en el más lejano lugar del planeta.
Este domingo 1 de marzo, Francisco reiteró su llamado a la búsqueda de una solución a la persecución sufrida por los cristianos en Siria, Irak y Egipto. Inmensos sufrimientos padecen nuestros hermanos cristianos en esos países en razón del fundamentalismo islámico. Ya se cuentan por miles los muertos. Todas las religiones son respetables y toda persona tiene derecho a practicar su fe religiosa, sin más limitaciones que el respeto a quienes no profesen el mismo credo. A raíz de los terribles atentados del 11 de septiembre de 2001, san Juan Pablo II manifestó:“nadie tiene derecho a matar a un semejante en nombre de Dios”. Sus sucesores han manifestado reiteradamente esa misma idea. Dios es Dios de vida, no de muerte.
Quizás por eso, este 1 de marzo recién pasado, Francisco dirigió su mirada a nuestra también sufrida patria. Pidió, como es lógico y como lo ha hecho otras veces, un diálogo “sincero y constructivo”. En el lenguaje diplomático esa expresión dice mucho. El Santo Padre conoce del ensayo de diálogo habido hace poco pero que por falta de sinceridad no dio resultado, no fue constructivo. Si no hay sinceridad no habrá frutos. Los venezolanos sabemos quién no ha sido sincero y quién no quiere frutos constructivos. El Papa también lo sabe. No olvidemos que el cardenal Pietro Parolin, actual Secretario de Estado Vaticano, hasta hace poco Nuncio en Venezuela, conoce muy bien la realidad venezolana.Francisco oró por Kluiberth Roa, el joven asesinado en San Cristóbal y así lo dijo expresamente. Francisco rechazó la violencia enseñoreada en Venezuela, llamó a “respetar la dignidad de cada persona y la sacralidad de la vida humana”. Esa referencia papal a la sacralidad de la vida humana debería llamar las conciencias de todos, especialmente a los que hoy gobiernan. La sacralidad de la vida humana significa el derecho de cada quien a ser respetado en su vida e integridad física, el derecho a pensar como crea conveniente, a expresar libremente sus ideas, a comunicarse sin limitaciones, a luchar por las ideas que estime convenientes, a proclamar y exigir una sociedad libre, justa y democrática. Francisco conoce de muchos venezolanos muertos por haber aspirado a esa sociedad democrática y libre que nos han robado y de muchos venezolanos presos injustamente por las mismas razones. Gracias Santidad.