Hay días aciagos: no funciona Internet, no se puede teclear porque los dedos no responden víctimas de los dolores de la chikungunya, no hay calmantes ni vitaminas, el desgobierno colgando de un hilo por la gran crisis que atraviesa el país, sigue en pie, nada se mueve, ni las hojas… Sólo nos queda la esperanza.
Asesinatos a granel auspiciados por el desgobierno e impunidad total. Un vociferador de desplantes, tan falta de sindéresis como de competencia e insistiendo en lo imposible: magnicidio cuando ni él ni ninguno de sus compinches tienen nada de magno, tal vez de mangos podridos, pero ni eso, esta fruta es demasiado sabrosa y digna para tal comparación. Perversos y demoníacos, eso sí. ¿Cómo mueren los dictadores satánicos, los que carecen de todo rasgo de humanidad? En su cama no. Revisen la historia. Stalin murió en el suelo a menguas, nade se atrevió a auxiliarlo; Hitler se suicido con Eva Braun en su bunker; Mussolini colgando con Clara Petacci de los cables en las calles de Milán; y Herodes…¡comido vivo por gusanos! En cambio, los vilipendiados Gómez, Pérez Jiménez, Franco, Pinochet… tranquilitos en su cama, algo de humano tendrían.
En esta nueva era de tiranos caribeños tenemos de primero al ilegítimo difunto de cuya muerte no sabemos día, hora, lugar, ni dónde está enterrado, no hemos visto su partida de defunción, quizás es de Bogotá, Ocaña o Cúcuta como la de nacimiento del hablador con pajaritos. Me temo que fue asesinado por la medicina de la isla para darle paso al pelele éste, su más aún ilegítimo sucesor. Tengo visiones horribles de la muerte de unos y otros, como nombre piadoso, cara de culebra, coscorroneado, padrino espurio de Leopoldo, cordones, etc. Tal que Herodes o en una cuneta llenos de moscas.
Y en cuanto a las féminas encumbradas, la pelo de estambre acusadora sin base, la ciliaca floreada, las rodrigueras, la irreversible cara de pingüino, la oblicua, la usurpadora metropolitana, la pelo de estopa: chupamedias, mercenarias y meretrices del régimen todas, pero no las veo dignas ni siquiera de muertes horrendas, sino, falda arriba o pantalón abajo, recibiendo tremendas cuerizas para no poder sentarse en un mes.
¡Qué visiones tan espantosas! ¡Que no sean premonitorias, Señor! ¡No! Deben ser producto de la fiebre de la chikungunya o de la constante angustia de ver un país destruido, cayendo en el vacío, sin futuro. Un panorama muy sombrío, amargo, pero no estamos vencidos. Vemos surgir gente nueva, ya perseguida, ya en las cárceles, pero vigente, valiente, la frente en alto para continuar la lucha. Sí, por eso digo siempre, siempre… ¡Nos queda la esperanza!