Eventualmente, cuando entreno hacia un sector solitario, vía autopista, que colinda con la urbanización donde vivo en las afueras de la ciudad, me encuentro con un pastor de ovejas legítimo. Y digo legítimo, por cuanto en el mundo de la cristiandad hay muchos “pastores” ilegítimos. Farsantes y aprovechadores de la debilidad, la necesidad y la dependencia de las “ovejitas”, que andan en la búsqueda del verdadero pastor. Son bien conocidos por cuanto sus frutos los delatan. Por ello Jesús dijo «Yo soy el buen pastor…», Juan 10: 11. Por cuanto sabía que había malos pastores. Daniel José, es un diminuto hombre de 57 años. Bajito, delgado, de tez morena. Con una sonrisa permanente en sus labios y muy callado. Cuando se le habla está muy atento a responder. Por lo quieto que se muestra, no pareciera tener temor de andar con tantas ovejas pastando por esos parajes en un mundo donde se viven tiempos peligrosos. La verdad no hemos tenido mucho tiempo para conversar, pero por su actitud me dio la impresión de ser creyente del Evangelio.
La primera pregunta que le hice cuando me detuve unos minutos para hablarle fue, cuánto tiempo tenía pastoreando ovejas y me dijo con ojos brillantes de satisfacción “Toda la vida”. Luego, le pregunté si era cierto que las ovejas conocen la voz de su pastor, a lo que me contestó que sí. Pero que no lo podía explicar. Sin embargo, me habló con una ternura inusual de esos animalitos. Su manera de referirse a ellas me hizo preguntarme la razón por la cual el Señor Jesús nos comparó con las ovejas. Ciertamente era un animal que abundaba en torno a la vida del pueblo hebreo, pero también era común el burro, el perro y el camello. ¿Por qué entonces el Señor Jesús nos compara con la oveja?
La oveja es un animal muy frágil. Ud. la ve gordita, pero esto se debe a la cantidad de lana que lleva en su cuerpo, pero al esquilarla, se le nota claramente toda su fragilidad. Es un animal absolutamente dependiente, no se vale por sí sola, depende totalmente de su pastor. Pero no de cualquiera, sino de aquel que se ha compenetrado con ella. Si se queda ensartada en una cerca o en una zarza, allí se queda balando y solo saldrá si su pastor la asiste. Siempre anda en rebaño, no puede quedarse sola y es incapaz de defenderse ante los ataques de los depredadores. Su dependencia del pastor la hace atenta y obediente a su voz, tal cual como me lo confirmó mi amigo Daniel José. Un verdadero pastor de ovejas.
El paralelismo que hace nuestro Dios con la oveja y nosotros, los seres humanos, es un acto de amor y pedagogía extraordinario. Es común mostrar arrogancia, orgullo y autosuficiencia, pero la práctica demuestra todo lo contrario, por cuanto nos muestra realmente lo que somos. Seres débiles e indefensos. Tristemente no nos damos cuenta de ello, pero él insiste. “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas”Juan.10:14,15. Solo debemos aceptarlo. !Hasta el próximo martes Dios mediante!