Desde mi cátedra – Un régimen con nombre y apellidos

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En artículo titulado “Al pan, pan y al vino, vino” (10-08-12), hice referencia al creador del ignominioso régimen que rige al país, al señalar que debía romperse con la forma convencional del discurso político y llamarlo acorde con sus acciones y ejecuciones.

J. Olavarría, en el otrora Congreso Nacional, hizo una radiografía de lo que presagiaba este proyecto personalista, el Cardenal Castillo Lara no tuvo empacho en tildarlo de dictador; y es que el DRAE, lo define diáfanamente: “…es la persona que concentra en si todos los poderes, que abusa de su poder y autoridad; y en ese rol ejerce una dictadura, del poder absoluto y soberano”.

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No hay duda alguna del tinglado que fue estructurado, hasta crear una Sala Constitucional en el TSJ, cuyo libre albedrío está por encima de la Constitución, y a su vez ratifica como legal lo que el Ejecutivo y los demás Poderes dictan como Leyes, decretos, resoluciones, normas, etc, a cumplir discrecionalmente a conveniencia política del régimen.
Así se gobernó hasta el 2013, y hoy a dos años de su muerte, la continuidad de ese legado se ha acrecentado de tal forma que la represión, encarcelamiento, hostigamiento, persecución a la libre expresión y atentado a los Derechos Humanos, se ha profundizado y radicalizado, a confesión del mandatario de turno, para mantener el modelo que como lo enuncia la MUD, en su comunicado es “…irse decantando por profundizar su vocación dictatorial”.

Coincidiendo con esa visión, tenemos que redundar llamando al régimen por su identidad, es decir, una Dictadura. No porque se realicen elecciones y porque aún se respira ciertas libertades deja de tener esa connotación, que ejerce sin escrúpulos hacia la consolidación del poder absoluto y hegemónico.

La identificación y el asesoramiento con la dictadura cubana y la causa común con todos los regímenes totalitarios y comunistas del mundo es un espejo fiel de la naturaleza del régimen que hoy encarna Maduro. Y no es que quiera descubrir el agua tibia con esta conclusión, lo que pretendo con ello es que se califique sistemáticamente al régimen como lo que es, sin tanto formalismo y convencionalismo democrático; así como el guión del oficialismo tilda a la oposición de “golpista” para descalificarla, igual debemos desenmascarar “la nueva ética socialista”, degenerada en dictadura, al llamarla por su nombre y apellido.

 

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