El oro de Rubén

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Reflexión

La descomposición moral de este país ha llegado a tales niveles de exageración que es necesario decirlo. Está claro, la magnitud de un triunfo deportivo como el de este joven venezolano, oriundo de Ciudad Bolívar, de nada sirve para muchos. Unos, le asignan totalmente el triunfo a las políticas deportivas del estado. Se vacían en ponderación y loas a los entes gubernamentales. Extraen cifras, comparan y se jactan a viva voz acerca del asunto. Solo como una manera de rendirle pleitesía al gobierno. Otros, se ciegan y hasta se burlan de la hazaña alcanzada, por la simple razón que exalta al país dirigido por su acérrimo enemigo. Temen, tontamente, a una inevitable realidad nacional, tener que ver y oír al odiado por ellos en cadena nacional condecorando al joven héroe. Ambos sectores, sin darse cuenta, descalifican los esfuerzos tremendos que realizan los deportistas en el camino de su preparación. Y eso es triste.

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Quizás podamos entender la actitud de los que viven ahogados en el purulento pantano de la política. Los que no saben nada de deportes de uno y de otro bando. Cuya existencia y esfuerzos, se basan exclusivamente, en ver cómo sacan al mandante, como sea, del palacio presidencial. O, a quienes quieren sostenerlo allí indefinidamente, contra viento y marea. Cueste lo que cueste. A aquellos, que desde que se levantan hasta cuando se acuestan, respiran el aroma fétido de la pugna política y avanzan por la vida, permanentemente sofocados por la adulancia y la veneración de un hombre o por el odio, la rabia y la impotencia visceral, de prescindir de él. Eso pudiera entenderse, cuando desvalorizan con sus actitudes el éxito alcanzado por este venezolano.

Pero hay otros que nos sorprenden. Tristemente, la mezquindad o la adulante ceguera política han salpicado a deportistas que saben cómo se bate el cobre para alcanzar los éxitos en las competencias. Unos de clasificación popular, otros de cierta presencia regional o nacional y otros connotados, que tienen experiencia en altas competencias deportivas. Curtidos en el arte de entrenar, testigos de primer orden de lo que significa preparase para una prueba internacional. Saben, de los grandes sacrificios que se hacen. Privados de diversiones. Dietas estrictas. Madrugadas permanentes para ejercitarse. Y algo que los afecta mucho, como es el abandonar las relaciones afectivas de los familiares, cónyuges y amigos por largo tiempo. Soportar el fastidio por los constantes viajes y muchas veces la soledad. Sin tomar en cuenta los fracasos que en repetidas ocasiones se presentan. Siempre, esperanzados en traer una medalla para su país y la satisfacción de su familia.

Pero lo insólito, es que encontramos profesos cristianos, que llevan años practicando la doctrina de Cristo que también son deportistas y que se unen a alguna de las corrientes de la intolerancia, minimizando tácitamente, por fanatismo, los méritos del medallista. Se olvidan, que el odio y la retaliación no son buenas compañeras del discípulo de Cristo. Ha desaparecido de sus expectativas personales, las palabras del apóstol Pablo a los tesalonicenses, que siguen vigentes hoy. “Sino que así como fuimos aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos. No para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestro corazón.” 1 Tesa.2:4.

Sí, cuando decidimos seguir a Cristo, cuando nos llamamos cristianos, cuando aceptamos ser fieles a toda prueba a la Santa Palabra, fuimos aprobados por Dios. Entonces nos confió el evangelio para que habláramos de él, no para agradar a los hombres y que nos exalten por lo bonito que nos expresamos, sino para agradar a Dios en todo momento. Lamentablemente el cristiano no busca agradar a Dios. Su conciencia cristiana se ha cauterizado. Todo lo que hace y dice, utilizando el evangelio, lo hace con el único propósito de satisfacerse a sí mismo. Y al entrar en el circo de la diatriba por la medalla de oro de Rubén Limardo, aliándose con algunas de las dos posiciones planteadas, le hace un flaco servicio a la predicación del Evangelio Eterno.

Yo preguntaría a ambos bandos, absurdos por demás, que se ubican en algún extremo y ellos lo saben. ¿Es que las condiciones naturales de estos deportistas dadas por Dios, los esfuerzos personales y de sus padres, la inversión personal en tiempo y dinero hecha, las privaciones, los momentos de soledad y los días y días de entrenamientos, no tienen ninguna importancia para Uds.? ¡Dejen por un momento el odio y la adulancia por favor! “Lo dije, algún día voy a ser campeón olímpico, no sé cuánto me va a costar o cuando va a ser, pero aquí estoy, era un reto contra mí mismo y lo conseguí. Mi medalla es para todos.” Rubén Limardo. ¿Qué les parece? !Hasta el martes, Dios mediante!

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