Construir un equipo ganador, en el baloncesto o en la vida, se cuente con los nombres que se cuente, no es trabajo de un día o dos. No pasa sólo por acumular talento, porque existe un factor humano en el juego. Pasa, más bien, por un acto de fe: creer que es posible hacerlo y tomar como propia la identidad que nace de las ideas del cuerpo técnico encargado de manejar al grupo. En Guaros de Lara (1-1), es eso que ellos bautizaron como “ADN guaro”.
Aunque parezca trágico no haber barrido en casa a un Guaiqueríes de Margarita (1-1) que jugaba sin su mejor importado, el dominicano Gerardo Suero, no hay por qué encender alarmas o perder la paciencia. Cierto es que una barrida lucía como el guión apropiado para tal reparto de figuras, pero en esta obra, el final sólo se conoce en la cancha cada noche. No hay atajo distinto al trabajo diario en la práctica.
Construir una ofensiva con concepto colectivo, que use más el reloj de posesión, que rote la pelota con rapidez, sincronía y suficiente habilidad para seleccionar el mejor momento y posición para lanzar, en lo preferible con poco tiempo restante y desde una zona de amenaza en la que el porcentaje de éxito sea mayor, es la apuesta fuerte del coach Néstor “Ché” García, a la usanza de lo que ha logrado en la selección nacional.
En mitad de cancha, es la prédica idónea y sus frutos se verán, de salir todo bien, cuando toque definir en una instancia decisiva. No obstante, saber cuándo debe correr más el equipo, confiar en el abundante talento individual de sus piezas para resolver una ofensiva rápida o cuándo dar luz verde a combinaciones de buena química (Guillent-Moon o Guevara-Bethelmy por citar algunas), así como mejorar la alimentación a Gregory Echenique para que utilice su fuerza en la pintura, son tareas obligadas en pleno desarrollo.
Cuando Luis Bethelmy pudo recibir lejos del canasto para asumir el tiro, no decepcionó, si bien desde más allá de la línea de 6.75 metros lanzó para 22 por ciento (9-2). Windi Graterol tuvo más intentos de larga distancia que de media, muestra de la importante labor que cumplió en la LNB para mejorar ese disparo. Rafael Guevara y Kim English supieron acompañar a Guillent como responsables en el cambio del ritmo de la ofensiva.
Echenique tuvo problemas con las faltas y lidiar con la reciente fascitis plantar quizás le quita algo del poder arrollador que terminará por demostrar en su posición. Devin Green y Jamario Moon contribuyeron de manera intermitente, quizás aún en busca de ajustarse a la nueva configuración del equipo y entenderse con nuevos compañeros, pero lo que está claro, es que deben incrementar su frecuencia de tiro si la jugada se los permite.
La defensa no permitió ni siquiera 70 puntos en ninguno de los juegos contra Guaiqueríes (65 y 69), aunque en el segundo concedió demasiados rebotes (44) que derivaron en 70 tiros de cancha. Los insulares tuvieron toda la oportunidad de arrebatar un juego que no dominaban con claridad y lo hicieron, más por el gatillo trabado de Guaros que sólo por sus acertados ajustes al apostar a la zona.
La palabra clave tras esta división de honores es: paciencia. Con un grupo como este, lo bueno está por venir y quizás la mejor noticia sea que la próxima serie sea sin la presión de estar ante un Domo Bolivariano repleto de gente, en el más tranquilo Parque Miranda contra unas Panteras (0-2), cuya estructura no parece amenaza suficiente para los larenses. Que allí comience a encontrarse la fluidez del ataque.
