Son jóvenes venezolanos, formados, con medios, que han venido a España para ampliar sus estudios, pero que ahora viven una pesadilla al no poder acceder a su dinero debido al control de divisas en su país.
«El sueño de venir a España a estudiar ya no es lo mismo, las cosas se ven más grises», relata a la AFP, Belkis, que hace un año llegó para estudiar un máster en Comunicación Social en la Universidad Complutense de Madrid.
«He tenido que parar el máster», añade esta joven, a la puerta del consulado venezolano en Madrid, donde un grupo de compatriotas se entrevistaron con la cónsul Ginette de las Nieves González a la que entregaron un comunicado con sus preocupaciones.
Estudiantes venezolanos en todo el mundo, unos 25.000 según sus representantes, se coordinaron para llevar a cabo acciones similares en diferentes países para protestar por la imposibilidad de acceder a su dinero.
Debido al control de divisas que rige en Venezuela desde 2003, los estudiantes no pueden cambiar directamente su dinero sino que deben pasar por el Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex), el gestor cambiario, pero en los últimos meses se han endurecido las condiciones, supuestamente, para evitar fugas de capitales y fraudes.
No hay plazo
La cónsul en España afirmó a los medios que tienen censados 2.337 casos de personas que no pueden acceder a sus fondos en Madrid y Barcelona y se ofreció a ser el canal para informar de esta problemática a Caracas.
González recordó que el ejecutivo venezolano ha asegurado que las divisas están garantizadas para los estudiantes.
Un nuevo reglamento cambiario entrará el jueves en vigor para permitir a los venezolanos adquirir hasta 300 dólares diarios o 10.000 dólares anuales, pero todavía no se sabe cuando comenzarán realmente las transacciones.
«No hay plazo, no hay respuesta certera, las respuestas no satisfacen nuestras necesidades, no nos ayudan a pagar el mercado, las unviersidad», dice María Salomé Montenegro, cabeza de la Coordinación General de Estudiantes Venezolanos en España.
«En mi universidad, somos 150 venezolanos cursando, pero sólo uno» ha visto resuelto su caso, relata Montenegro, que lleva cuatro meses sin acceso a su dinero, tras viajar a Madrid para hacer un máster en recursos humanos, acompañada de su marido y su hija.
Cuando los estudiantes acuden a la web del Cencoex suelen ver que sus casos están en análisis o en reconsideración, dice Henry Narveiz, de 36 años, estudiante de un curso de psicopedagogía, que lleva cinco meses sin acceso a fondos.
Según el consulado venezolano, a algunos les falta algún trámite o documento, argumento que rechaza Narveiz recordando que «cuando uno sale de Venezuela, ha presentado todos los documentos ante el operador cambiario que es el banco que sirve de intermediario ante el Cencoex».
Presión de universidades
El Cencoex es también el encargado de depositar el dinero de la matrícula en los distintos centros educativos, lo que no ha hecho en algunos casos.
«Hay universidades que reclaman los pagos, que amenazan con expulsar a los alumnos», relata Ana Villalobos, de 24 años, estudiante de un postgrado en Derechos Humanos en la universidad de Alcalá de Henares, cerca de Madrid.
Estos problemas se dan principalmente con universidades privadas, mientras que las públicas tratan de aportar soluciones como aplazamientos de pagos.
La mayoría sobrevive gracias a ahorros propios, la ayuda de amigos o familiares en España, haciendo trabajos de limpieza, cuidando niños, pero «no vinimos a eso, los que van a estudiar a otros países esa para profesionalizar y hacer una Venezuela mejor», dice María Salomé.
Algunos no esconden su deseo de volver, pero sin dinero tampoco pueden acceder a un billete de avión y su perfil de personas con medios les impide acudir a organizaciones de ayuda.
«La Cruz Roja tiene planes de retorno voluntario, pero nuestro visado de estudiante nos deja fuera de este perfil. Está para la gente que ha demostrado que no tiene como volver, que está en la indigencia, cuando nosotros al llegar hemos demostrado que tenemos como mantenernos», añade María.
«Nuestro dinero está en Venezuela y sufrimos, somos víctimas de un sistema cambiario», concluye.