El día que María Parra, profesora universitaria, y su hijo, salieron juntos a comprar enseres de primera necesidad en una tradicional tienda de farmacias, no regresaron a su casa. Entraron al establecimiento como ciudadanos y salieron como delincuentes. Se convirtieron en un instante en trofeo de un Sargento de la Guardia Nacional que los detuvo fusil en mano para mandarlos a un calabozo y abrirles sendos juicios por instigación a delinquir y resistencia a la autoridad. Su crimen fue pretender comprar un rollo de papel higiénico sin el ticket que otorgan los militares para racionar este y todos los productos. Y es que evacuar es ya una cuestión de Estado sujeto a supervisión militar. La diarrea es golpista.
Instigación a delinquir porque habló en voz alta quejándose de la escasez y el racionamiento. Y resistencia a la autoridad por negarse a buscar el ticket que otorgaba el Sargento para autorizar la compra del papel. Ya no se trata de la lucha contra el contrabando, nunca lo fue, es contra los consumidores, o sea, el pueblo. Pero lo triste es que nadie pareció contrariado durante el altercado, no vaya a ser que perdieran su puesto en la cola. Tampoco los trabajadores del local dudaron mucho al entregar a la mujer y al joven a los guardias. Y es que nadie se imaginó que una semana después iban a ser los directivos y dueños de esa cadena los perseguidos.
Claro, es más fácil meter presa a María y a su hijo que a los “empresarios” de maletín que según la versión oficial dilapidaron los dólares que hoy hacen falta para importar el papel que no pudo comprar la profesora universitaria. Tampoco podían meter presos a los responsables de la quiebra de las fabricas de papel que fueron expropiadas para aniquilar y desaparecer sus productos. Y eso que fue ya hace dos años cuando aquel ministro Fleming anunciaba eufórico la importación de 50 millones de papel toilette para abastecer el mercado nacional. No pudieron resolver el problema. Pasó el tiempo y pasaron ministros, y todo está peor. Pero la culpa es de María.
El consumo es delito y todos somos sospechosos. Ya no basta con la humillación de tener que dedicar la vida a hacer mercado en esta nueva forma de esclavitud, sino que ahora debemos hacer la cola firmes y callados con la esperanza de que los guardias bendigan nuestra actitud sumisa con la autorización de comprar la ración que nos toque ese día por benevolencia del Gobierno. Los mercados, abastos y farmacias se parecen cada vez más a campos de concentración, ahora oficializado con el decreto del ministerio de la defensa que convierte en ley el caso de María y su hijo.
Un país en el que se requiera permiso militar para limpiarse lo más íntimo del individuo, no es democrático. Un país en el que tratar de comprar un rollo de papel higiénico puede derivar en prisión y enjuiciamiento, es una tiranía. Qué fácil es reprimir a un pueblo hambriento mientras el presidente viaja por el mundo. Los Guardias que antes reprimían estudiantes ahora meten presas a las amas de casa. Ya quedó claro que el fusil nos está apuntando a todos por igual, nadie se salva. Al menos no perdamos la capacidad de indignarnos ante la injusticia. #YoSoyMaría
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
@chatoguedez