Allí estaban en primera fila en las calles de París, agarraditos de las manos, como si todos las tuvieran limpias en sus solares y patios. Demócratas con autócratas se juntaron a gritar que todos eran Charlie, como si en sus propios países no tuvieran presos a dibujantes, humoristas, periodistas y escritores en una especie de Club de la libertad de “impresión” de quienes se atreven a dibujar o a decir lo que piensan de sus gobernantes. La emoción del momento y el romanticismo francés permitieron que por un rato, todos jugáramos a ser Charlie. A su desenfado e irreverencia. Su humor y sus prejuicios.
El humor y la risa son un asunto bastante serio cuando se trata de religión y política. Las dictaduras y totalitarismos se quitan la careta cuando son tocados por el humor pues éste no sólo ridiculiza al Poder sino que previéndola, ridiculiza su respuesta. Vivimos en carne propia, la intolerancia y fanatismo propio de las religiones monoteístas que en sus cruzadas viejas o nuevas, no sólo deciden quien se salva sino que en sus momentos oscuros, persiguen a quien no está interesado en salvarse. La secularización del Estadonos enseñó que la democracia sobrevive en un Estado laico.
Occidente tardó en aprender valores como la tolerancia y el respeto a la diversidad de opiniones. La noción moderna del Estado con sus límites y funciones y la Declaración de los Derechos del Hombre con su igualdad ante la ley, fueron camino abierto a la democracia, cuya variedad muestra su fragilidad y fortaleza,en el avance hacia su perfectibilidad.
En las sociedades islámicas, por teocráticas, no se secularizó el Estado sino que por el contrario, se profundizó su relación con la religión, estimulando en unas más que en otras, el fanatismo, cuyos extremismos causan desmanes en lo que a veces pareciera ser más guerra política que religiosa. Charles Hebdo revive la vieja discusión sobre el derecho a la libre expresión, que en medio del escenario del dolor, el terror y la rabia, conduce a las sinrazón. Esa que hoy habla del “Choque de civilizaciones”; “Barbarie Vs Occidente”; “Buenos Vs Malos”, de la islamofobia, del ver y sentir al Otro peligroso por diferente. No falta quien acusaal Humor de causante del fanatismo terrorista.
Hay que aceptar que mahometanos y cristianos tienen también su fanaticada no precisamente deportiva e incluso política. El humor es un asunto cultural yen consecuencia móvil aunque reglamentado en torno al objeto, el cómo y cuándo reírse acerca de la religión: Sanciones morales en el cristianismo; legales y físicasen el islamismo. No faltan los que aprovechen el río crecido hoy para pescar versiones de acusómetros” y medir ofensas no sólo religiosas sino políticas y tronchar lo que dificultosamente, se sigue enarbolando al mismo tiempo que se olvida. Me refiero a la libertad de expresión, siempre acosada en la visión distorsionada de la democracia y sus errores en el empedrado camino hacia los cielos de la perfectibilidad, cuando olvidamos que en el Estado de derecho, el ofendido puede acudir a las leyes y reclamar sus derechos. En fin, que más vale reírse y rectificar que propiciar la creación de una especie de policía del pensamiento.
