El regreso del ogro filantrópico

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Acaban de realizarse las elecciones en México, para lo cual los candidatos presidenciales; Enrique Peña Nieto del PRI; Andrés Manuel López Obrador del PRD y las izquierdas, y Josefina Vázquez Mota del PAN; fueron parejos en preferencias hasta el día fijado para los comicios, cuando la voluntad de 70 millones de electores habilitados para votar, el IFE da a conocer unos números que favorecen estrechamente al candidato del viejo PRI, provocando de seguidas la reacción de condena de los contrincantes abanderados del PRD y el PAN, reacios a reconocer los resultados con esta pequeña muestra del universo electoral.
Para Andrés López Obrador la imposición mediática de Enrique Peña Nieto representa la repetición nuevamente de un fraude como hace seis años; donde el hoy presidente Felipe Calderón, se impuso abruptamente alcanzando niveles asombrosos de sufragios, recortando el amplio margen que siempre disfrutó el abanderado del PRD, consiguiendo un empate técnico y por lo tanto alcanzar el palacio del Zócalo por milésimas de boletas; llevando al excalde de Ciudad de México a tomar con miles de seguidores la plaza del Zócalo en pleno centro de la urbe de 25 millones de habitantes, para exigir el recuento total de los votos, proclamándose ganador negándose a reconocer hasta ahora al sucesor de Vicente Fox. En esta oportunidad tampoco acepta los resultados, rechazando el triunfo de Peña Nieto. Los vicios de esta elección arrastran al oficialista del PAN a impugnar también la cuestionada consulta.
El regreso del PRI al poder y por supuesto ocupar el imponente palacio virreinal, representa entre otras cosas la vuelta a los peores años del México de la modernidad, los vicios de corrupción, autoritarismo, asesinatos selectivos en sindicatos y gremios estudiantiles; toda esa mala cultura que calcaba el viejo imperio azteca, con la suficiencia y personalismo de un nuevo Tlatonai, cuyo poder emana de elecciones controladas, capaz de hacer realidad la figura del “tapao” que no es más nada sino el sucesor al mejor estilo Nahualt, donde nadie osaba discutir al ungido como Cuahthemoc; será dueño de haciendas y vidas en un lapso de seis años.
Este modelo autoritario que llevó a Mario Vargas Llosa a definirlo como la “dictadura perfecta”; poseía un sistema de controles y contrapesos, con el chantaje de una represión desembozada, usando para ello guardias de choque diseminadas por sindicatos y gremios universitarios, todo con el fin de paralizar de miedo a las masas, represión que llego a los extremos de organizar a sangre fría la famosa matanza de Tlatelolco, en los días en que se celebraban los juegos olímpicos, y se enturbiaban con manifestaciones de protestas al Presidente Díaz Ordaz.
El probable regreso a un primitivismo político, mediante una operación organizada por las elites tradicionales, contando para ello con la figura de un pelele con cara de actor de telenovela, mercadeado como un artículo de consumo masivo, todo gracias a la alianza Televisa-Slim y los dinosaurios que controlan el viejo PRI; haciéndole creer al electorado una supuesta superioridad en las encuestas, colocando de último a López Obrador a lo largo de la campaña. A medida que se desarrolló el proceso eleccionario y confrontaron en varios debates los abanderados con más opción de triunfo; además de hacer gala de una gran ignorancia lo que los hace poco idóneos para el cargo, bochorno que nos hace recordar a Carlos Fuentes, cuando al final de sus días se lamentaba de cómo la mediocridad había llegado hasta la cúpula del poder.
El caso de México ilustra como son poco confiables, los tribunales electorales en nuestros países, y como la elites políticas siguen controlando de forma delincuencial al confiscar y torcer la voluntad de grandes mayorías. Los dos sexenios en que permaneció el PRI fuera del poder, se puede interpretar como un retiro estratégico de unos villanos, y para ello hicieron recaer el poder en su socio eterno el PAN, partido muy disminuido durante la morbosa hegemonía priista, haciendo el milagro de ungir a un antiguo vendedor de coca cola en Presidente: Vicente Fox, sujeto gris y de escasos logros durante su gestión, este lo traspasa a su correligionario Felipe Calderón. La vuelta del PRI no reviste entonces ningún misterio, ya que regresan los viejos dinosaurios, en vueltos en el caballo de Troya con los vicios adentro dispuestos a recrearlos de nuevo; todo con una farsa con visos de una telenovela que tiene a Peña Nieto y a su mujer actriz de verdad, avalados por los eternos fabricantes de resultados electorales el IFE.

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