Luego de 12 años de kirchnerismo, el electorado parece inclinado a poner fin al ciclo político más extenso de la historia argentina. Resta por verse, sin embargo, si resiste el poder de seducción de la presidenta Cristina Fernández, que en su último año de gobierno hará lo posible por asegurarse de que se mantenga vivo el proyecto que comenzó con su finado esposo Néstor Kirchner.
A menos de un año de las elecciones presidenciales, en el país soplan aires de cambio y el 66% de los argentinos no quiere que gane el partido gobernante, según un sondeo de la consultora Managment & Fit de noviembre en el que se consultó a 2.400 personas.
Pero «qué significa ese cambio no está claro», dijo a The Associated Press Juan Germano, director de la consultora Isonomía. «Puede ser un cambio respecto a las formas, a los modos. El gobierno actual tiene una intensidad muy alta. No es un gobierno que pasó desapercibido, ha dado muchas batallas… Después de tanta intensidad, la ciudadanía busca una moderación».
Fernández, inhabilitada por ley para buscar un tercer mandato, cuenta con un capital político considerable. Todavía, sin embargo, no ha bendecido a un delfín. Y en la oposición no emerge un líder al estilo de Henrique Capriles en Venezuela, capaz de aglutinar el voto antikirchnerista.
La continuidad o no del modelo populista que inició Kirchner en el 2003 también dependerá del rumbo de la economía, que deja atrás su peor año en una década y con perspectivas inciertas para 2015.
Las encuestas, no obstante, indican que en los comicios del 23 de octubre los argentinos no parecen inclinados a seguir el camino de Brasil, Uruguay y Bolivia, que han ratificado este año en las urnas la continuidad de los partidos gobernantes de centro izquierda.
En 12 años el kirchnerismo apeló al relato épico de un gobierno nacional y popular que enfrenta a las grandes corporaciones económicas y mediáticas, el cual le sirvió para ganar tres elecciones seguidas pero que también generó división social. Ese relato generó profundas divisiones e instaló a Fernández como referente absoluto de la política nacional, que opacó a todos los demás dirigentes.
El desconcierto del electorado se materializa en la paridad en la encuestas entre los principales postulantes a suceder a Fernández. En general le otorgan entre 20% y 25% de intención de voto al diputado Sergio Massa, peronista de una corriente opuesta al kirchnerismo, y al gobernador peronista de la provincia de Buenos Aires Daniel Scioli, quien milita en filas del gobernante Frente para la Victoria pero no goza de aceptación en algunos sectores del oficialismo.
El tercer jugador es el alcalde de la ciudad de Buenos Aires Mauricio Macri, líder de la centro-derecha y quien mejor se perfila como expresión del cambio, según los encuestadores.
Los tres tienen en común un perfil más moderado y componedor y menos intervencionista en el mercado que el kirchnerismo.
De mantenerse esta paridad, lo más probable es que haya segunda vuelta por primera vez en la historia del país.
Pero este posible fin de ciclo «kirchnerista» –corriente de centro-izquierda dentro del peronismo– tiene una particularidad: la presidenta Fernández «es uno de los pocos casos que hemos visto de un presidente que termina su ciclo político y se va del gobierno con 40 puntos de imagen positiva», afirmó Fabián Perechodnik, analista de la consultora Poliarquía.
Este capital, no obstante, es propiedad exclusiva de ella y no transferible por el momento a un candidato del Frente para la Victoria, coinciden analistas.
El respaldo social al kirchnerismo responde a una política de derechos humanos en pos del juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar (1976-1983), el desendeudamiento tras el default de 2001, la sanción de leyes que ampliaron los derechos de minorías sexuales, como matrimonio igualitario, la repatriación de más de 1.000 científicos, la ayuda social a través de la Asignación Universal por Hijo –un subsidio para familias sin empleo– y las medidas que apuntalaron el consumo interno y permitieron ocho años de crecimiento económico récord.
La inflación, la inseguridad, la falta de inversiones, en parte por la excesiva intervención del Estado en el mercado, incluidas las restricciones para la compra de divisas, y sobre todo las sospechas de corrupción que involucran a los más altos funcionarios, nutrieron el rechazo al gobierno, especialmente en sectores medios y altos de la población.
«Podemos decirles hoy, mirándoles a los ojos a todos los argentinos, que este proyecto político que empezó ese 25 de mayo del 2003, con sus errores y con sus aciertos, ha comenzado a construir la noción de igualdad en la República Argentina», dijo la mandataria ante una multitud de militantes el sábado 13 de diciembre en un acto en la histórica Plaza de Mayo por los 31 años del retorno de la democracia .
Dando a entender que piensa mantener su protagonismo durante la campaña, Fernández desafío: «Nosotros tenemos acá nuestro proyecto exhibido, con resultados, queremos que nos expliquen cuál es el proyecto» de los otros candidatos.
«No basta sacarse una foto conmigo ni basta decir que soy buena o que soy mala… En definitiva, todo pasa por si soy buena o soy mala» y nadie hace propuestas propias, sostuvo.
Para Germano, «Cristina tiene la capacidad de condicionar el juego político porque sigue teniendo en sus manos la iniciativa y puede marcar la cancha y condicionar resultados».
Otro factor que será determinante para el electorado es la marcha de la economía.
La transición hacia un nuevo gobierno se produce en un marco de recesión, inflación, escasez de divisas y un frente externo complicado a partir de la disputa legal con los fondos de inversión estadounidense que demandaron a la Argentina ante un tribunal de Nueva York por los títulos impagos desde el default de la deuda en 2001.
«Lo que suceda con `fondos buitres’ (como el gobierno llama a los fondos de inversión que demandaron al país en una corte de Nueva York) es un gran determinante. Lo que suceda con la economía también. Si ella arregla (la disputa legal por la deuda) se acomoda el barco. Eso puede cambiar las preferencias de la gente», pronosticó Germano.
La caída del precio de las materias primas y del petróleo podrían agravar el escenario. No obstante, economistas pronosticaron que en la segunda mitad del 2015, con el escenario electoral más claro, van a mejorar las expectativas y la confianza para atraer capitales al país.