A la hora del Ángelus del cuarto y último Domingo de Adviento, el Papa Francisco recordó a los fieles y peregrinos reunidos en una Plaza de San Pedro adornada con los símbolos típicos de este período – el Belén y el Árbol – que la liturgia nos invita a meditar el relato del anuncio del Ángel a María. Y afirmó que al contemplar el momento en que esta sencilla muchacha de Nazaret se vuelve disponible al mensaje divino con su “sí” vemos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.
Ante todo su fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios y abandonarse a ella con plena disponibilidad de mente y de corazón.
Y también la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. Porque Ella – dijo el Papa Francisco – es la que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios en ese “sí” humilde y valiente, enseñándonos, de este modo, a comprender el momento favorable en que Jesús pasa por nuestra vida y pide una respuesta generosa.
El Papa no olvidó mencionar la presencia silenciosa de San José en este misterio, cuya figura se representa siempre en todo pesebre. Después de destacar que el don precioso de la Navidad es la paz, que Cristo es nuestra paz verdadera, el Santo Padre concluyó pidiendo la intercesión de nuestra Madre y de San José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad y dispuestos a acoger al Salvador. Aprovechemos los días de Navidad y Año Nuevo que nos quedan para hacer realidad la paz verdadera que Dios nos da y la transmitamos a los que están a nuestro lado.