Con amor dedico a mis nietos Andrea, Miguel Ángel y Camila, a mis sobrinos de Cagua, Turmero, Caracas, a los de Bogotá, Bucaramanga, Cali, Pereira, Palmira, Girón. Que llegue mi abrazo navideño a ellos y a todos los niños de Lara y Venezuela.
Muy cerca de mi casa hay una estrella azul cuya infinidad de rayos plateados caen hacia abajo alumbrando y hermoseando todo alrededor, símbolo de Navidad que encanta a lugareños y a quienes transitan por allí. A pesar del título no es la estrella el tema de hoy. El tema es el niño cuya felicidad, libertad y autenticidad debemos defender con alma, vida y corazón, porque ese niño será el hombre orgullo o vergüenza del mañana.
A lo largo de la existencia el corazón del hombre conserva aquellos ejemplos y enseñanzas, aquellos momentos, aquel aroma de la infancia en la que todo eran alegrías, amor y risas, que se quedaron enraizados en el alma y llegan cada año a nosotros a manera de símbolos. Navidad es época en que se despiertan en el hombre los recuerdos adormecidos de la infancia. Símbolo es más de lo que representa la palabra, son las costumbres y valores que se deben preservar; lo son el pesebre, la novena de aguinaldo, los villancicos, la guirnalda, una estrella, un arbolito.
Cuentos y fábulas forman parte importantísima en la educación del niño, además de enseñarlo a pensar lo ayuda a tener fe en sí mismo, a crecer y ser él en esencia, no en apariencia. Fábulas y cuentos son esa herramienta eficaz que educa y retiene en la memoria lo bueno de la vida.
En muchas partes del mundo en Navidad se organizan concursos para niños. De allí brotan lecciones de vida que instan a reflexionar. Los niños son lo que son y lo manifiestan, no se disfrazan, expresan sus emociones libremente, con la misma facilidad que se enfadan hacen las paces; son los grandes observadores y copiadores, papel en blanco en el que lo que se escriba en él sea bueno o sea malo retoñará más adelante. Diciembre es oportuno porque aviva en el niño alegría, compasión, amor, compartir y humildad. Los concursos acostumbrados en época decembrina, se prestan para cultivar o reforzar en los niños sentimientos nobles.
Cuando apenas tenía cuatro años mi nieta Camila me dejó asombrada con su reflexión. Se habían terminado mis vacaciones y debía regresar a Venezuela. Las despedidas son siempre muy tristes, más aún cuando son niños los que dejamos. Para la niña no pasó desapercibida mi tristeza, fue a su cuarto y regresó con un osito plástico en miniatura y esto dijo: “Abuelita para que no te pongas triste, mete este osito en tu monedero, cada vez que vayas a sacar una moneda tropezarás con él y nos sentirás a tu lado”.
En un concurso navideño la comunidad buscaba premiar al niño más cariñoso de la región. El ganador resultó ser un niño de cuatro años que tenía un vecino muy anciano al que hacía muy poco tiempo se le había muerto la esposa. Conmovido al ver la pena que significaba para el abuelo tal pérdida, el niño se acercó a la casa del vecino y al verlo lo abrazó y se metió en su regazo. La mamá quiso saber para qué había hecho eso, a lo que el pequeño respondió: “No hice nada mamá solo lo ayudé a llorar”…
El niño y solo el niño es capaz de enseñar al mundo adulto que la piedad que se siente por el sufrimiento ajeno, no se mide por el sufrimiento en sí, sino por el sentimiento de piedad dirigido hacia aquel que sufre…Por eso son los niños con la naturaleza los verdaderos maestros del mundo.
El miércoles es Navidad. Un fuerte abrazo
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