La importancia de las reservas internacionales
Por Aníbal Peña Javitt
Las reservas internacionales constituyen el respaldo económico de una nación. Todos los países del mundo manejan sus propias reservas, distribuidas en dólares y oro, las cuales son controladas por una entidad bancaria que en el caso de nuestro país lleva el nombre de Bancon Central de Venezuela (BCV).
Dichas reservas internacionales pueden ser de tipo operativa y no operativa. Las reservas operativas son aquellas de las que se puede disponer de forma inmediata y se manejan dependiendo de la disponibilidad.
En la mayoría de los casos están vinculadas a las divisas (el dólar americano, en el caso de Venezuela).
A estos activos se suman los Derechos Especiales de Giro (DEG), que son activos de reservas internacionales creados en
1969 por el Fondo Monetario Internacional (FMI), como complemento de las reservas oficiales de los países miembros.
Las reservas internacionales además sirven como soporte del dinero en bolívares que circula en la economía. De allí las críticas que surgen cuando un Estado emite dinero inorgánico: sin respaldo de las reservas internacionales, de donde surge justamente la pérdida de valor de la moneda.
En la actualidad tenemos 23 mil millones en reservas internacionales y una cantidad muy superior de bolívares en la calle.
Eso es grave porque significa que no hay suficientes reservas internacionales para
respaldar esos billetes.
Las reservas se utilizan para las importaciones, el pago del servicio de la deuda externa y sus intereses, entre otros compromisos.
Por ejemplo, el mes pasado Venezuela pagó 4.000 millones de dólares por concepto de deuda externa.
En la medida en que el país realiza esos pagos, disminuye la disponibilidad de las reservas, en caso de que no exista ingreso suficiente de recursos. Y eso es algo que sucede al ritmo que baja el precio del barril del petróleo, que se encuentra en unos 68,08 dólares. Quiere decir que a Venezuela le ingresan menos dólares por la vía de Pdvsa y, por lógica, las reservas internacionales se agotan y llegará el momento en que no ingresará la cantidad suficiente para hacer frente a las importaciones y al pago de la deuda externa.
Si la situación se mantiene igual habrá un grave problema en este país, que se caracteriza por tener una economía de
puerto, donde más del 70% de los rubros son importados; y si no hay dólares para importar, no vamos a poder traer los alimentos de países como Argentina, Brasil y Colombia.
La principal consecuencia será la agudización de la escasez, situación generada en primer lugar por el descenso de las
reservas internacionales; y, en segundo, por la destrucción del aparato productivo nacional, que no responde como debería, debido a las nacionalizaciones, las expropiaciones y la cantidad de controles impuestos a las empresas, aunadas al control cambiario.
Los venezolanos pueden apreciar las consecuencias de la crisis económica con la pérdida del poder adquisitivo o poder de compra. Hoy, más del 70% del salario mínimo nacional se destina a la compra de alimentos.
Las perspectivas de disminución de los precios del barril de petróleo se mantienen hasta el primer trimestre de 2015, con lo que las reservas internacionales seguirán viéndose afectadas. El déficit de ingresos rondará los 700 millones de bolívares al año.
Se trata de dinero que Venezuela dejará de percibir y eso obligará, posiblemente, a un nuevo endeudamiento externo.
Internamente, tal vez el Ejecutivo nacional podrá solucionar el problema del déficit fiscal emitiendo dinero inorgánico constantemente, dinero que no tiene respaldo porque no se ha originado en el circuito económico.
Las empresas del Estado y sus ministerios seguirán siendo financiadas por el BCV, sin respaldo de las reservas, lo que generará un problema de inflación, aún más grave que el que se vive ahora.
Los problemas económicos del país se encuentran estrechamente vinculados a las reservas internacionales, y tienen su origen en el momento en que el fallecido expresidente Hugo Chávez Frías pidió el famoso “millardito” de las reservas internacionales para la creación del Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden). Allí comenzaron los inconvenientes.
Desde esa época (en el año 2005) Pdvsa, en vez de entregar la totalidad de divisas que recibe al BCV, comenzó a destinar los excedentes al Fonden. Chávez estableció un tope de reservas internacionales para el país y el excedente comenzó a ser transferido al Fonden. Hasta la fecha en que el mandatario murió se manejaron casi 119.000 millones de dólares en ese fondo.
Y lo lógico era que ese dinero fuese enviado al Fondo de Estabilización Macroeconómica, establecido en la Constitución
Nacional. El dinero que había en ese fondo fue consumido: a la fecha lo que tiene son 3 millones de dólares. Los recursos del Fonden carecen de controles reglamentarios y son manejados de forma discrecional. En la mayoría de los países, a excepción de Venezuela, se maneja un Fondo de Estabilización Económica que les permite mantenerse frente a circunstancias como la caída de los precios del barril de petróleo.
La práctica de emisión de dinero inorgánico sin respaldo en las reservas internacionales, originada en Estados Unidos durante el siglo XIX, le ha hecho mucho daño a la economía de los países que la ejecutan al generar procesos inflacionarios que pueden salirse de control, como se observa hoy en el país.
Se estima que para el año 2015 la inflación será de 125%, si se llegan a tomar las medidas económicas pertinentes: disminución real del gasto público, aumento de la gasolina, aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA), unificación cambiaria.
De lo contrario, la inflación podría alcanzar el 180%. Todo dependerá de las medidas que se tomen.
Venezuela: ¿Una nueva forma de dictadura?
Por Miguel Ángel Mirabal Tona
Sigue tomando fuerza la discusión sobre el tipo de sistema y modelo político que impera en Venezuela bajo el ejercicio de Nicolás Maduro.
Para ello distinguimos dos grandes perspectivas: la normativa que se expresa en la Constitución de la República (1999), definiéndolo como un sistema democrático; y el ejercicio real o práctico del mismo, definido como régimen que no necesariamente se corresponde con lo escrito en la norma constitucional.
¿Existe una plena democracia en Venezuela? ¿Existe una democracia sólida en países de la región, como Colombia, Ecuador, entre otros? ¿Hay un gobierno en Venezuela de origen democrático y de ejercicio autocrático? Esta y otras preguntas llaman la atención de politólogos, del público en general, y de la dirigencia política venezolana.
Por un lado la opinión oficialista escondida en una especie de falacia explica que en Venezuela hay plenas libertades, al punto de que se han celebrado un sinnúmero de elecciones desde 1999. La opinión opositora en dos grandes visiones expresa, por un lado, que no hay democracia; y otra lectura admite un ejercicio democrático del régimen aunque reconoce ciertas y profundas amenazas.
Este debate, que exige un rigor analítico, lo sustentamos en el argumento clásico de Montesquieu plasmado en su Espíritu de las Leyes, que en materia de teoría democrática expresa: “No hay tampoco libertad si la capacidad de juzgar no está separada de la capacidad legislativa y de la ejecutiva”. Y en la teoría moderna del politólogo y profesor de la universidad de Harvard, Steven Levitsky, a propósito de su “autoritarismo competitivo”.
Ambos teóricos, uno clásico y otro del presente, nos permitirán explicar cómo el gobierno de Nicolás Maduro se aleja del rumbo democrático.
La principal premisa y de mayor consenso en el mundo politológico y en el mundo político en general es que en Venezuela se vive bajo la tutoría de un gobierno con rasgos mixtos o híbrido, es decir, en palabras del colega Levitsky, una semidemocracia, una pseudodemocracia, un semiautoritarismo electoral y libertades parciales.
No estamos en presencia de una dictadura clásica al estilo de Marcos Pérez Jiménez y mucho menos en una democracia moderna, al estilo del modelo suizo. Probablemente como el mismo oficialismo venezolano ha proclamado, estaríamos en un modelo transitorio de origen democrático y de práctica“revolucionaria”.
El propio régimen de Maduro argumenta que la democracia es un medio relativo, quedando supeditado al fin último del gobierno nacional, que, palabras más o palabras menos, se resume en la prosecución o la suma de felicidades e igualdad plena.
Visto así la democracia serviría solo circunstancialmente. Para este gobierno es necesario demoler el establishment y edificar un sistema nuevo.
Nicolás Maduro, al igual que su antecesor, mal usando la teoría gramsciana, expresa que sería el tránsito del capitalismo burgués al socialismo, llamado aquí del siglo XXI.
El actual régimen venezolano se ajusta a la definición que Levitsky hace del llamado autoritarismo competitivo: regímenes que usan las instituciones formales del Estado como medios principales para ejercer la autoridad política.
Casi todos los funcionarios fundamentalmente del alto gobierno violan las reglas con mucha frecuencia, hasta el punto de que el régimen mismo no reúne los parámetros mínimos para ser democracia convencional.
Venezuela: ¿Un autoritarismo competitivo, distante de una democracia moderna y de un autoritarismo absoluto?
Aunque se den elecciones con regularidad, como lo proclama el chavismo, sin fraudes evidentes a probar, los funcionarios abusan constantemente de los recursos del Estado, limitan a la oposición en el uso de los medios y de todo tipo de recursos en general.
Prevalece la presión y la persecución política, en algunos casos sobre las bases de un modelo electoral injusto; por lo general se alcanzan trucar algunos resultados.
El control de los medios de comunicación por parte del Estado y la presión que se ejerce en contra de comunicadores sociales para producir una autocensura inmediata configuran un ambiente de temor contra los que ejercen la maltratada libertad de expresión.
Proliferan los exilios políticos y el sistema judicial queda constituido en su mayoría por jueces provisorios y con afinidad al partido de gobierno.
Esta y otras características, como el militarismo del régimen venezolano en su accionar diario, nos obligan a repreguntar: ¿Podemos hablar de democracia en Venezuela?
Finalmente estos regímenes híbridos combinan en una especie de celada, operaciones políticas con rasgos autoritarios y otros pocos de naturaleza democrática.
¿Cuáles son los desafíos de una oposición que se enfrenta a gobiernos de esta naturaleza?
Lo electoral: deben ser modificadas las reglas del modelo electoral. Con un sistema eleccionario injusto difícilmente se obtendrá el poder.
Lo legislativo: en los regímenes como el venezolano el parlamento suele ser débil. El control legislativo no debe ser un obstáculo para el gobierno; por ello, la mayoría parlamentaria casi siempre será de la bancada oficial.
Lo judicial: La subordinación del Poder Judicial al gobierno es un objetivo estratégico.
La reversión de esta estructura primero pasa por la superación de lo electoral y legislativo.
Los medios de comunicación: El gobierno buscará silenciar progresivamente y en su totalidad a las voces adversas. Aquí la vía de reversión por parte de la oposición venezolana se resume al espíritu de lucha, estrategia, inteligencia y constancia.