El “sacudón” que había anunciado Nicolás Maduro se quedó solo en un leve temblor de tierra. El cambio de ministros y colaboradores solo fue un truco publicitario para ganar tiempo, prolongar la agonía de un sistema político, que poco a poco cava su propia fosa.
Cuando el Líder Eterno llegó al poder en 1998, redujo el Gabinete, para ello adujo “exceso de burocracia”. Después se le olvidó, llegando a copiar a los modelos totalitaristas del sistema soviético y Cuba. El actual equipo de gobierno lo integran más de 23 ministros y 106 viceministros. Siguiendo con el estilo autoritario de Hugo Chávez, el presidente Maduro, hace las veces de todos sus colaboradores, manteniéndolos como “convidados de piedra” y dejando las grandes decisiones a lo que él llama el Alto Mando Político Militar de la Revolución.
Mientras el país termina de desgajarse, el aparato propagandístico del régimen, inventa la tarjeta biométrica para uso de bodegas y supermercados, para evitar el contrabando y el acaparamiento de productos de la canasta alimentaria. Para el superintendente de Precios Justos, Andrés Eloy Méndez, se trata de la misma lucha contra la guerra económica, decretada por comerciantes e importadores, soslayando las verdaderas causas de la crisis económica, la ineptitud de los funcionarios, la inflación, los regalos al exterior y el saqueo a nuestras finanzas publicas.
La medicina fondomonetarista viene por ahí rodando, entre mas tarde la apliquen, mayor será el resentimiento social que genera. El régimen arrojado a los brazos de Orlando Borrego, el octogenario colaborador del Che Guevara. Espera como Hitler en su bunker al final de la segunda Guerra Mundial, una muerte segura. El resurgir de unas masas desencantadas y ya se considera desbordadas, ante la tragedia provocado por el ocaso de un modelo inoperante. Sistema político que luce paralizado de miedo. Que no hace nada, por consensuar, ni adelanta elecciones, ni convoca a un gobierno de amplitud nacional. Ni cambia el modelo económico que nos asfixia. Es toda una nulidad.