El socialismo supone igualdad. En este “socialismo” Maduro-cabellista no hay igualdad ni siquiera en la muerte, momento en que se enderezan las cargas porque todos vamos al mismo hueco. El trato diferente por parte de un sistema forajido ha hecho que nuestras vidas sean, también, un verdadero martirio. Una tragedia pues debemos enfrentar arbitrariedades en los actos más rutinarios y cotidianos. Desde alimentarnos hasta salir a la calle.
La cúpula roja no hace cola. Todos tienen muchísimo más de lo que necesitan en sus despensas. No se preocupan por esas menudencias. Para ellos lo más importante es el poder y todos sus esfuerzos se centran en cómo mantenerlo. En sus salas situacionales solo se discute ese tema. Los dólares escasean cuando se trata de importar alimentos para el pueblo, pero el cogollo rojo no sabe de restricciones ni sufrimientos. Un buen ejemplo fue el viajecito de Maduro a la ONU, en pleno corazón del Imperio, con una comitiva de casi 200 privilegiados, alojamiento en hoteles 5 estrellas y en una sola cenita 80 mil de los verdes. Ni Donald Trump, pues, llega a tanto.
Tampoco se detienen a pensar en la inseguridad de todos. Las camionetotas blindadas son sus escudos e incontables sus guardaespaldas. El Estado Mayor, las Milicias, los Colectivos Paramilitares y todas las fuerzas de choque del PSUV tienen como tarea esencial extinguir y atropellar cualquier protesta por justa que sea, por aquello de: “Candelita que se prende, candelita que se apaga”, en esta colonia fidelista.
La élite Maduro-cabellista lo tiene todo con poco o ningún esfuerzo, todos los demás estamos jodidos. La inseguridad nos tiene como blanco de la violencia sin control. Las paginas “rojas” de medios regionales -incluso de la prensa tarifada por el régimen- tienen que recoger la información entorno al número de compatriotas que caen abatidos por las balas, que cruzan el día a día de los habitantes de esta silueta de país que nos va quedando. Las cifras de muertes violentas son escalofriantes, lo que coloca a Venezuela como uno de los países más peligrosos de la tierra; esta violencia tiene muchas explicaciones, nunca exenta de especulaciones, pues ocurre que en algunos casos los criminales van directo a su objetivo y por inspiración propia cosechan de sus fechorías. Otros cumplen ordenes de sus pranes o colectivos y un importante número sale simplemente a matar. Los seres comunes como usted y como yo podemos sacarnos la lotería, y estar en la línea de fuego de un enfrentamiento entre los “hombres nuevos de la revolución”.
Cuando el objetivo está claro ocurren asesinatos como los de Danilo Anderson, Serra u Odremán, que desatan los demonios de la cúpula roja, quienes sacan a relucir el guión previsto para todas las ocasiones. Lo primero es culpar a la oposición, a los colombianos y a Uribe, al Imperio. Pero cuando mueren los “revolucionarios” se marcan las diferencias. Aun fallecido común y corriente lo sacan de la morgue luego de la autopsia, le ponen su mortaja y pa´l hueco. ¡Y no pasa nada! ¡Nadie dice nada, salvo sus deudos! Al “revolucionario” lo convierten en héroe con la activación de la “hegemonía comunicacional”, una o varias misiones son bautizadas con su nombre y la investigación sobre la causa de su muerte nunca termina. Porque cuando se trata de los suyos no hay muerte natural: o les inoculan las enfermedades o los asesinos no aparecen para seguir culpando a los enemigos habituales: fundamentalmente a la Alternativa Democrática. Definitivamente, en este socialismo, no somos iguales.
