En estas Reflexiones no muy positivas, por el contenido de la conversa que hubo en una reunión de madres y padres que a pesar de estar en una fiesta donde todos queremos un poco de alegría y obviar los problemas aunque sea por un instante, por más esfuerzo que hacía la mayoría de los asistente no podían ocultar su tristeza y el dolor que los agobiaba, miré alrededor, observé sin mucho esfuerzo que casi todos los que estaban ahí sufren el mismo padecimiento o viacrucis tan profundo, que a quienes deseamos hablar y escribir en positivo no se nos hace nada fácil, a veces compartimos el sentimiento pero es difícil saber cuándo nos toca a todos los que tenemos hijos y nietos que por salvar su juventud y su futuro sin ánimo de emigrar lo hacen en contra de su voluntad, buscando salvar su vida y la de sus hijos o futuros hijos, se les coarta la ilusión de que sus hijos y nietos también sientan el orgullo de nacer, crecer y hacer vivir en familia con el amor que antes sobraba en nuestro país.
Expresiones muy desgarradoras he oído de madres y padres que cuando se les saluda y se les pregunta cómo están la respuesta es: ay amigo, yo diría que muerto en vida, imagínate una madre o un padre con cinco o seis hijos en cuatro o cinco países distintos a miles y miles de kilómetros, alejados de todos sus afectos y costumbres, viviendo donde nunca pensaron vivir en busca de un destino o futuro incierto, todo lo contrario aquí ya tenían sus bases y verlas hoy destruidas o en pico de zamuro al borden light, una madre comentaba llena de tristeza la carga que lleva de años que no es de ella que son producto del sufrimiento, otra comentaba entre sollozos y su rostro cubierto de lágrimas incontenible, comentaba cosas como: cuando mis hijos y nietos se fueron una buena parte de mi existencia desapareció, por qué tiene que pasarme esto, esta soledad es como si uno no existiera, razón tuvo el Gabo cuando dijo que «las personas no mueren por vejez si no por soledad”, otras madres decían para qué quiero vivir si mis dos hijos la delincuencia los desapareció y mi compañero de toda mi vida también se fue, no aguanto el sufrimiento, ¡por Dios!, qué fue lo malo que hicimos, si lo que hicimos fue trabajar, producir, cumplir con todas las obligaciones y generar riquezas en nuestro país.
Otra familia comentaba que tenían una gran confusión: antes de ver marchar mis hijos estoy consciente que perdimos más de la mitad de la vida, que nos quedan las ilusiones, la motivación, el sueño y la paz espiritual, que me alimenta el saber que mis hijos están en un país seguro trabajando, así lo quiso el destino.
Estas conversaciones son muy tristes y lamentables, pero díganos qué podemos o debemos hacer para evitar esta desintegración familiar, ¿qué fue lo que hicimos o no hicimos para llegar a este doloroso momento?, sabemos la tristeza que produce a todos los padres ver los cuartos vacíos, el comedor con las silla vacías, las noches se hacen largas en solo pensar en sus hijos y nietos que se encuentran fuera del hogar.
Dios, en nombre de todos y sin excepción sácanos de esto, devuélvenos la paz, la unión, el amor por todos, que por medio de la Divina Pastora y el Alma del Padre Macario Yépez nos libre de esto tan horrible que nos esta pasando porque una epidemia en su época llamada el Cólera que ceso siendo el la última víctima cumpliendo así su petición.
Una forma de combatir esta lamentable crisis nuestra lucha debe ser por una sana integración como lo recomienda el Dr. Rubén Sangurima en su obra reciente llamada: Disociación e Integración, la cual recomiendo su lectura que sin temor a equivocarme ahí encontrara respuestas y soluciones a la crisis: “Creemos en la integración sin sumisiones, en la comprensión pluralista sin masificaciones, en la igualdad sin perder la individualidad, en un nosotros los humanos”. El Papa Francisco dijo en estos días: “Esta Iglesia con la que debemos pensar es la casa de todos, no una pequeña capilla, que puede contener sólo un pequeño grupo de personas seleccionadas. No debemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido de protección de nuestra mediocridad. Hagamos de nosotros de nuestras ideas iglesias universales y no pequeñas capillas excluyentes.
