El GP Iribarren o el asfalto mal donado

Una vez que nuestro prohombre de la velocidad ha sido ensalzado, vilipendiado y finalmente empavado, se hace más fácil (y tal vez con menores consecuencias) usarlo como objeto de analogía. No es cuestión de fustigar los triunfos merecidos, sino de pronunciarse ante el absurdo. Sirva, pues, esta anécdota de inocencia y fracaso para contemplar la descalificación indetenible no de un hombre, sino de nuestra ciudadanía.
Domingo, 13 de mayo de 2012. Agitación de pañuelos: unos desde las gradas de Barcelona, otros desde la platabanda de una grúa. En el GP Iribarren, superficie lunar donde circulan los valientes, la demagogia municipal institucionalizada arranca con ventaja.
Salgo a correr la pista urbana: suena el silbato aterrador de una pastilla de freno, el grito adolorido de un amortiguador y el rugido final de un tripoide rebelde. La hazaña de este circuito no se alcanza con velocidad sino sorteando obstáculos. Huecos. Bocas abiertas al infierno.
Segunda vuelta: se atraviesa la imagen de una heroína con casco y… ¡asfalto parejo!: un caucho es tragado por los fosos de la desidia. El recorrido se acaba con el estruendo de la latonería frente a un inmenso cultivo de baches y zanjas. Empiezo entonces a saber que no transito la ciudad. La sufro.
Entiendo por qué termino siempre con un jalón en el coxis. Por qué llego con un latigazo en el cuello y un llamado secreto a hemorroides. Me repito en una letanía violenta por qué detesto manejar: humo, gritos, huecos, el casco. Choques, cornetas, insultos, la mujer. Cráteres, hoyos, pozos, la mujer con el casco. Piedras. Bocas. Infiernos.
Seis de la tarde. Crepúsculo vibrante. Mañana será día de taller y de pagar impuestos. Sonreímos con el tricolor encumbrado. Nos ahogamos en la prosperidad del petróleo. Y hacemos silencio. Es solo una de esas tantas sumisiones, de esas tantas voluntades que entregamos en el sufrido circuito de la urbanidad. Es esa eterna carrera ciudadana que siempre competimos y siempre perdemos contra nosotros mismos.