Para recordar: “Jesús lloró” (Juan 11:35)
Este artículo está dedicado a la triste desaparición física de todos las personas que día a día se nos van de nuestro lado, por efectos de la muerte. Venezuela no escapa de la realidad de quienes pierden la vida por acción de la delincuencia; por enfermedades; accidentes; por ausencia de recursos hospitalarios o medicamentos. En todos los casos, alguien sufre, llora, o se afecta por dicho deceso.
También, lo dedicamos al sensible fallecimiento de nuestra prima, la profesora Kehila Garrido de Páez. Quien trabajó por largos años, hasta alcanzar su jubilación, en varias instituciones educativas del estado Lara, entre otras: El Liceo Edigio Montesinos (Carora) y el Liceo Rafael Monasterios (Barquisimeto), enseñando a numerosos alumnos, en su especialidad, Castellano y Literatura.
En el mismo tenor, nuestras palabras de consuelo a su esposo Euclides y su hijo Javier, a sus hermanos Oswaldo y Carlos, junto a las familias involucradas.
Sentimientos encontrados, fue parte de la frase que utilizó uno de los pastores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Manuel Sivira, quién elevando una plegaria a nuestro Dios, por el ambiente vivido al momento del sepelio, de alguien que militó prácticamente toda su vida en la Organización religiosa antes mencionada.
Tal vez, por lo anterior, Carlo Alberto recordó como una encomienda, leer en ese momento uno de los versos preferidos de la profesora Garrido, el cual dice: “Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
En este contexto, hace algo más de 2 mil años, la humanidad presenció un gran acontecimiento que pocos habían visto, como lo fue la resurrección de Lázaro. Antes de ello, vieron al Maestro llorar por su amigo. Por lo tanto, llorar por un ser querido está aceptado, pero no debemos quedarnos allí, porque cuando Jesús hizo retirar la piedra, de la tumba de alguien que llevaba tres días de muerto, aunque hedía, lo resucitó y eso es esperanzador para nosotros.
En aquel entonces, hubo sentimientos encontrados: Unos gemían por su muerte, como María y Martha, hermanas del occiso, y Jesús se unió a ellas y el texto dice: “Jesús Lloró”, convirtiéndose en el verso más corto del Nuevo Testamento. No obstante, se produjo la alegría más grande de este mundo, porque un ser querido volvió a vivir.
Una vez más, resaltamos el hecho que para volver a la vida; para poder hablar con las personas; para hacer actividades en este mundo, después de muertos, deberíamos resucitar primero. No como lo manifiestan algunos, que sostienen escuchar voces de un fallecido; dicen que un deudo o amigo se les aparece en forma extraña o particular, y todo sucede en el ámbito oculto o bastante privado.
Nos duele y lloramos la desaparición de seres queridos, y en nuestro caso por Kehila Ismary, pero a su vez, nos alegramos por su fe y por la obra que pudo haber realizado junto a familiares, su iglesia, compañeros de trabajo, alumnos, y amigos en general.
Lo más importante, bajó a la tumba alguien que conocía el significado de llegar al “sueño de la muerte”, pero, con la esperanza en un Salvador, quién pronto viene a darle nueva vida a todos los que hayan creído en la Bendita promesa de la resurrección.
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