Confiar en la gente es fundamental para afrontar la crisis actual. Es la única posibilidad de revertir hacia lo positivo las negativas tendencias del presente. No olvidemos que los países nunca tocan fondo. Igual que las personas. La diferencia es que éstas mueren y termina su ciclo, mientras que los países sólo detienen su caída cuando las cosas que se hacen mal empiezan a hacerse bien. Entonces, hasta por efecto rebote, podríamos afirmar que tocamos fondo y empezamos la recuperación.
Cuando hablo de la gente me refiero a las personas naturales y también jurídicas que se organizan en empresas para hacer más rentables sus esfuerzos y más productivos para terceros los resultados. Tengo mucha fe en la capacidad de trabajo del venezolano y en el empuje de lo que va quedando del mundo empresarial. Un verdadero gobierno patriota, cada día desconfío más de la palabra, tendría que confiar en el empresariado y entregarle con máximo apoyo, la responsabilidad del manejo económico de la república. El desastre actual tiene que reforzar en los políticos de todas las tendencias e ideologías, la convicción de que el camino es liberalizar al máximo la economía, apoyar legal y financieramente al aparato productivo en todos sus niveles y darle una orientación externa, hacia las exportaciones, en contra vía de todo cuanto sucede en este momento.
Mientras más profundizo la visión sobre la realidad de otros países, más llegó a la conclusión sobre la necesidad de abandonar prejuicios ideológicos del pasado. Simplemente hay esquemas y políticas que funcionan y otras que no funcionan. Hoy el mercado sigue siendo insuperado e insuperable instrumento para crear y distribuir riqueza. Por supuesto, mercado y estado no son excluyentes. Se complementan gracias a normas sabias y estables dictadas por el mismo estado, quien tiene que ser el primero en someterse a ellas. Muerte a su intervención arbitraria y caprichosa. Vida eterna a los productores de la ciudad y el campo, a la industria y al comercio y los servicios. El cambio es urgente.