El lunes 11 de agosto amaneció con dos protestas en sitios disímiles pero con un denominador común: perdigón en mano, los uniformados del Gobierno actuaron contra los trabajadores que reclamaban, unos por la inseguridad y otros la firma sin más demoras del contrato colectivo.
Los primeros estaban aquí mismo. En El Tocuyo, la capital de Morán. Los mototaxistas cerraron los accesos porque la «carrerita» que le piden los «clientes» o termina en robo o en muerte segura. Y cualquiera dirá: «¿Mototaxistas? Si son los menos». En realidad, son los más. Por obra y gracia del desempleo en ciudades y pueblos del país, las populares dos ruedas son la alternativa para quienes hace rato olvidaron la opción de un trabajo formal. Es un fenómeno a estudiar: los mototaxistas son el reflejo de una gestión oficial que dejó sin estabilidad a millones de personas, empujadas a la informalidad de una labor en la cual cada día se juegan la vida.
Luego, hacia el sur, en la vía que comunica a Puerto Ordaz con Ciudad Bolívar, los trabajadores de Sidor calentaron la calle cansados de esperar, desde hace cuatro años, la firma de la contratación colectiva.
Johan Pérez fue alcanzado por un disparo en la mandíbula y otro obrero impactado con perdigonazos cuando la GNB reprimió la protesta, mientras en no pocas cuñas de obligatoria difusión, el presidente Nicolás Maduro recordaba su política obrerista.
Reprimen al estudiante y también gas del bueno y perdigón por delante, reciben quienes se atreven a expresar su descontento.
Pero como si no bastara la acción militar, en el caso de los trabajadores de Sidor se acudió a una vía menos discreta de sometimiento: en la madrugada, como nos tiene acostumbrado el CNE cuando los resultados «no cuadran», se acordó negociar el contrato vencido con una parte del sindicato, generando la indignación colectiva en Guayana.
Con escasas horas de diferencia, el martes 12, la protesta en la avenida Lara, derivó en ataques contra la propiedad privada por parte de la GNB y Policía Nacional. Sólo la suerte salvó a dos niñas de morir quemadas cuando una bomba lacrimógena ingresó a su apartamento.
Incluso, el padre Rafael Chávez, párroco del Santuario de la Divina Pastora, alertó en las redes sociales de un hecho que lo mantenía conmovido: se asomó, como estaba, con su tradicional ropa de sacerdote, desde el balcón del apartamento de su madre para fotografiar con su celular el enfrentamiento, cuando el disparo de un guardia nacional casi le arrebata la vida.
«La protesta es natural, lo que no es normal es detener a la gente por protestar», advirtió el sacerdote quien no entiende por qué disparan «a las personas indefensas».
El viernes 15 de agosto, el tradicional día de playa en Tucacas, se convirtió en violenta arremetida contra quienes reclamaban por el incremento en la tarifa del Parque Nacional Morrocoy y la presunta «privatización de los cayos» por orden socialista y a cuyos funcionarios no les pareció nada chévere ver a la gente alzada en plena temporada vacacional.
Provea, en comunicado, a propósito de los hechos de Sidor y de la represión contra quienes manifiestan, denunció que Maduro «ha acelerado la militarización del país y consolidado formas autoritarias para ejercer la acción de gobierno, privilegiando la represión y la criminalización por encima del diálogo y el entendimiento».
Mientras, del lado oficial, a falta de respuestas, se manejan las ideas más inauditas: traer a los niños palestinos al país «mientras pasa el conflicto», como si la paz y Venezuela fueran sinónimo.
Rafael Narváez, defensor de los DDHH, razona que de nada vale defender los intereses de Gaza, cuando el sistema hospitalario del país es deficiente. De hecho, las clínicas advierten que si persiste la falta de insumos, en un mes sólo atenderán emergencias.
Aquí vivimos en una Gaza sin tregua, ahora atacados por dos bandos a los cuales se les teme por igual: el del delincuente común y el del uniformado que al empuñar su arma contra la sociedad civil, hiere el sentido de patria para el cual se formó e ignora el pensamiento del Bolívar libertario quien nos quiso libres y nunca sometidos.