La semana pasada inició con la firma de una docena de acuerdos entre Venezuela y China, en teoría, “de cooperación en el orden energético, de infraestructura, minería, transporte, satelital, agrícola y financiamiento”.
Así sería la magnitud del endeudamiento, que el asunto se habló en chino y en chino quedó para el país: sólo el futuro podrá decir cuán amarga fue la receta y el costo de la hipoteca que pagarán hijos y nietos.
El Gobierno se ha empeñado, a lo largo de los días, de aclarar el entramado de esta nueva negociación, pero, como diría el dicho popular: no aclaren porque oscurecen.
En términos de aclarar y por fin, luego de misterios y una larga espera, el alcalde Alfredo Ramos decidió anunciar, en lugar de la Feria Internacional de Barquisimeto, la Semana de Barquisimeto.
En estos tiempos, cuando el populismo es la consigna y hay mucho circo pero poco pan, se aplaude la iniciativa de la autoridad local. Sin recursos, con el Municipio marcado por una deuda social y de servicios inmensa, mal quedaría el alcalde en convocar a jolgorios cuando la apuesta debe caminar en otro sentido.
Por ese lado, creemos hace lo correcto en conceder prioridad a lo necesario y actuar en sintonía con el discurso de la austeridad. Lo contrario sería ganancia para pocos y molestia para muchos. Ojalá que de ese justo camino no se aparte en beneficio de quienes necesitan mirarse en el espejo del buen ejemplo.
El ciudadano lo entiende. No está el país, y mucho menos la región, para fiestas y comparsas. A la realidad económica se une el dolor de las muertes desatadas por la represión reciente. Todavía familias enteras lloran a los suyos. Unas por la pérdida sin vuelta atrás y otras por la infame prisión en un país donde la justicia es una palabra que sólo sirve de adorno a los textos jurídicos.
Ejemplos sobran y los hay recientes: el miércoles 23 de julio, en horas de la tarde, cuando el país aguardaba con expectativa el juicio de Leopoldo López y de otros cuatro jóvenes a quienes la mala hora llevó a toparse con funcionarios del régimen durante las protestas del 12 de febrero, el Presidente de la República, en plena rueda de prensa, acusaba como un juez al líder político: “Es responsable de crímenes y tiene que pagar ante la justicia. Tiene que pagar y va a pagar. Así de sencillo (…). Que siga la justicia en su propio camino, con sus propios métodos (…)”
Y como la justicia, efectivamente, tiene sus propios métodos, no tardó Maduro en pedirla cuando le llegó pero por otra vía: contra el general Hugo Carvajal, exjefe de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), quien fue detenido en la isla de Aruba, por solicitud de extradición que Estados Unidos hizo a Holanda contra el personaje en cuestión, por su vinculación con las FARC y no pocas tramas turbias asociadas al narcotráfico. El Gobierno venezolano había premiado sus servicios designándolo cónsul general en Aruba, pero Holanda (visto el historial) no le había concedido el plácet. El régimen pataleó y pretendió suspender vuelos hasta la pequeña isla. Pero lo más curioso: nunca habló de su inocencia; sólo alegó que tenía inmunidad.
Incluso, la MUD denunció violento maltrato en Ramo Verde contra los ex alcaldes Daniel Ceballos, Enzo Scarano, el dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López, y el comisario Salvatore Luchesse, como una manera cruel, acusa la Unidad, de distraer la atención del país de un escándalo mayúsculo.
Pero, una vez más, “que siga la justicia en su propio camino” porque tarda pero llega y llegarácontra quienes, en nombre de la nada, arrasaron el país durante estos prolongados quince años, dejando apenas cenizas sobre las cuales la generación digna y noble de luchadores sembrará para reconstruir el nuevo país.