Ramón J. Velasquez, enigmas del historiador

Estaba en lo cierto Simón Alberto Consalvi, cuando emitió este tajante y acertado juicio: en Ramón J. Velásquez, la historia no es sino el instrumento para debelar sus enigmas. Miró con hondura y revistió de actuales perspectivaseste acucioso oficio de avezado historiador, emprendido a lo largo de las vertientes fidedignas: interpretación y análisis de personajes descollantes y expresados con sumo tacto, la pericia de recolectar, los testimonios vivos de la historiografía.
Nos conmovió la noticia, que este portentoso historiador, acaba de emprender viaje definitivo, peregrinaje de eternidad suscitado por esa tiniebla que no perdona. El alba lo encontró sin lo rencores de la noche y vino la muerte como en las Coplas de Jorge Manrique diciendo: Buen caballero. Así  ocurrió este pesaroso trance final.
Demostró laboriosa y prestante progenie de historiador. Asombra, su acopio de las disciplinas a que se consagró con tanto ahínco y ánimo, a lo bueno y lo útil. No se separó de estas empresas del espíritu. Cuando Velásquez, publicó su obra optima, La Caída del Liberalismo Amarillo, Biografía de Antonio Paredes, creaba uno de nuestros mejores ensayos históricos, muy elogiado por el juicio comprensivo y sereno de José Rafael Pocaterra, obra con la cual alcanzó renombre en el Continente y prestigio universal en nuestras letras.
Del solar larense obtuvo el doctor Velásquez, aporte de primera importancia, la carta del Gobernador local, Aquilino Juares, en la que descubre con mirada zahorí, los indicios de la desintegración del partido, que marcó la hegemonía andina en Venezuela. Antonio Paredes, novelista, apuesto prócer civil, el Bayardo de nuestros políticos, es víctima de la persecución dictatorial de Cipriano Castro, quien ordena su asesinato, pero el adalid, renace en esta bien lograda biografía, destello y exaltación de las letras venezolanas.
Por su arraigada emoción telúrica, Ramón J. Velásquez, enalteció el tema andino y por esa fascinadora vinculación de hombre y paisaje, hubo fusión espiritual para apertura y vocación de los encantos de la tierra. En la riqueza tonal del paisaje y en la sugerencia de todo lo majestuoso y telúrico de la región, encontró motivos fundamentales, que nutrieron de vida y contenido estético, su más sobresaliente y afirmativa obra de ficción: Confidencias Imaginarias, por su calidad literaria, durará tanto cuanto dure la lengua castellana.
El don de su obra es útil y provechosa y testimonio real de bien común. La orientación y alcance de estos aportes, encierran un mundo de enseñanza y de inexhaustos veneros: Pensamiento Político del Siglo XIX (15 volúmenes), Pensamiento Político del Siglo XX, (130 volúmenes), ordenados y rigurosamente clasificados, nutridos del pensamiento y los ideales, que llenaron dos siglos venezolanos. Si a estos fundamentales elementos de juicio y reflexión, anexamos Fuentes de la Historia Republicana, la Colección Venezuela Peregrina y a lo cual seguimos agregando El Archivo de Miraflores, henchido hasta el tope de materiales inéditos y Rescate Documental de Venezuela, hemos acopiado las fuentes básicas, para estudio y comprensión de la sociedad. Esfuerzo supremo de ese mago de la indagación que residía en la voluntad tesonera de Ramón J. Velásquez.
Conocí a Ramón J. Velásquez, en la UCV, Alma Mater de la que fue infatigable aliado y desde entonces pactamos leal y consecuente amistad, que se acrecentó, cuando nos encontramos en la Cárcel de Ciudad Bolívar, donde estuvimos recluidos, por defender los valores de la libertad. Por sus ideales cívicos acendrados, fue hombre capaz para la tolerancia y útil para la libertad. Cada visita que hacía a Barquisimeto, me hacía llagar su saludo deferente. Espero que desde la justicia de Dios lo siga haciendo, aunque haya emprendido este peregrinaje de eternidad. Sic tibi terralevis!