«Me quiero ir de esta mierda, no soporto las ridiculeces de estos militaruchos», dice Eugenia Blanc, protagonista de «Blue Label», una de las novelas que explora la creciente emigración venezolana.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el país caribeño fue el paraíso deseado por europeos y latinoamericanos, que llegaron en masa atraídos por las posibilidades de su pujante economía petrolera, fuente de trabajo y de dinero fácil.
Pero la deriva política y socioeconómica de las últimas décadas, acentuada en los quince años de chavismo, hizo caer paulatinamente a su población en el desencanto y el país ha ido pasando de receptor a emisor de migrantes, un tema que en los últimos años ha penetrado en la literatura.
«El irse es uno de los temas de moda de la literatura venezolana, la diáspora venezolana, que es algo que no conocíamos. En otros países, como Argentina, Cuba o Colombia, pasó hace mucho tiempo, pero los venezolanos no nos íbamos, estábamos acostumbrados a recibir gente», explica a la AFP Vicente Lecuna, director de la «Escuela de Letras» de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Como la mayoría de flujos migratorios, el venezolano conlleva fuga de talentos, entre ellos escritores, que vuelcan su experiencia en sus textos.
«No podemos hablar de escritores en el exilio, esa palabra tiene connotaciones políticas. Son escritores que viven en otro lugar pero no están perseguidos por el Estado. En su literatura hay un cierto desencanto por la realidad política, social y cultural que estamos viviendo desde que llegó Hugo Chávez al poder e incluso desde más atrás», explica el crítico literario Carlos Sandoval.
«Se esta erigiendo casi como un género literario, entre los escritores que se van por la falta de oportunidades, la situación política o la inseguridad, pero también entre los que se quedaron y entre los que se quieren ir», opina por su parte Silda Cordiolani, coordinadora del «Pasaje de ida», una compilación de las experiencias de 15 escritores venezolanos en el exterior.
«Destierro voluntario»
Para que Eugenia Blanc, protagonista de «Blue Label», pueda irse de Venezuela debe encontrar a su abuelo francés al que no conoce. Ella es uno de los personajes que mejor encarnan el sentimiento de desarraigo de muchos venezolanos.
Y su autor, Eduardo Sánchez Rugeles, un joven caraqueño radicado en Madrid desde hace seis años, es uno de los que más aborda lo que el califica como «destierro voluntario», como en la premiada «Liubliana» y en «Transilvania unplugged».
«Es sentirse incómodo dentro de tu lugar, dentro de tu ciudad, no reconocerte, sentirte hastiado de esa cotidianidad caraqueña venezolana que se hizo tan agresiva, tan problemática, tan conflictiva», explicó hace meses en una entrevista con la AFP en Caracas.
Otro escritor también radicado en Madrid que se centra en esta temática es Juan Carlos Méndez Guédez, autor entre otras de «Chulapos Mambo», que narra las peripecias de tres venezolanos que coinciden en la capital española, de «Primera historia de Esther», de un venezolano que parte a las Islas Canarias en busca de un amor de juventud», y de «Retrato de Abel con isla volcánica al fondo», sobre el exilio político.
«Intento tocar el tema con ironía, con humor y con un tono celebratorio. La literatura de la emigración suele ser dolorosa, sobre el desarraigo, el desencuentro, las dificultades de cambiar de país, pero yo quiero también reflejar el otro lado, los encuentros, las conexiones que se van desarrollando con tu nueva realidad, lo que vas incorporando, el crecimiento que implica moverte de lugar, la resurrección íntima vital», explica.
«La literatura refleja las transformaciones de una sociedad y el tema emigrante ha ido cobrando paulatinamente cierta fuerza porque en cada familia venezolana hay por lo menos una persona que se ha marchado», agrega.
Otros autores que han tocado ese tema en su obra son Camilo Pino en «Valle Zamuro», una mirada de un emigrante en Miami sobre la sangrienta explosión social conocida como «El caracazo», o Miguel Gomes, profesor universitario de literatura y crítico literario en Estados Unidos. A ellos se suman textos de Gustavo Valle o Rodrigo Calderón.
«En la forma de abordar el tema hay de todo: frustración, nostalgia y alegría. En algunas ocasiones uno presiente un tono trágico por el deseo de regresar al origen; en otras, no», opina Gomes.