En la populosa comunidad rural La Nicaciera, que ha ido creciendo sin planificación y sin ningún tipo de servicio público, el agua hace estragos en cada precipitación.
Las calles improvisadas de La Nicaciera, son verdaderos ríos y lagunas, lo que impide a sus habitantes salir o entrar al lugar.
Pero la situación es más crítica cuando el buco que atraviesa el sitio se desborda, agua que va a parar al interior de los ranchos de lata y barro.
Recuerdan a los santos
“Nos encomendamos a todos los santos cuando comienzan las lluvias, y le encendemos cirios en cada lluvia”, expresa con gracia María Pérez, residente de La Nicaciera indicando que hay vecinos que lanzan sus desperdicios al canal natural que otrora servía de riego, lo que provoca constantes desbordamientos.
Al buco le temen más que a las lagunas que se forman en las calles sin pavimento, los transeúntes cuentan que se colocan bolsas para recubrirse los zapatos cuando necesitan salir.
Otros apelan a invertir en unas buenas botas de goma caña larga, pero no todos pueden darse ese lujo.
Piden ayuda a Alcaldía
Argelia Aguilar, dirigente de la zona, argumenta que las precipitaciones no son bienvenidas en la comunidad porque “debilitan las bases de los ranchos y son muchas las familias que han quedado damnificadas. Pedimos que el alcalde José Barreras vuelva por estos lares. Que visite nuevamente La Nicaciera para que nos ayude por los menos a limpiar y recanalizar el buco y a engranzonar las calles. Eso es lo prioritario”, acota.
Apagones reiterativos
En La Nicaciera, unas 500 familias padecen constantes interrupciones eléctricas debido a los racionamientos, pero aparte de esta situación ya común, se suma que con cada precipitación, la red improvisada de este servicio se transforma en un arma letal.
Sin transporte, ni gas doméstico
Pero la trágica y calamitosa situación de los habitantes de La Nicaciera no termina, pues hay que mencionar que el transporte público ha mermado considerablemente, el cual se interrumpe entre las cuatro y seis de la tarde debido a los constantes robos y asaltos.
En cuanto al gas doméstico, prácticamente la venta y distribución desapareció, lo que obliga a los vecinos emprender una cacería con las bombonas a cuestas por todo el municipio.