95 años de la partida de José Gregorio Hernández

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“Fue médico profesional al estilo antiguo; creía que la medicina era un sacerdocio, el sacerdocio del dolor humano, y siempre tuvo una sonrisa cariñosa para la envidia y una caritativa tolerancia para el error.

Fundó su reputación sobre el inconmovible pedestal de su ciencia, de su pericia, de su honradez y de su infinita abnegación. Por eso su prestigio social no tuvo límites y su muerte es una catástrofe para la Patria”.

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Eso lo dijo el doctor Luis Razetti, su amigo y profesor, ante la trágica muerte de José Gregorio Hernández aquel infausto 29 de junio de 1919, hace 95 años.

Había nacido el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, y como miembro de una familia religiosa, bautizado a los tres meses, el 31 de enero de 1865, en la iglesia Dulce Nombre de Jesús, en Escuque, entonces perteneciente a la parroquia Betijoque.

Este domingo se inicia el año jubilar por su beatificación, proceso que en 1949 se abre ante el Vaticano por iniciativa del Arzobispo de Caracas, monseñor Lucas Guillermo Castillo.

El 16 de enero de 1986 el Papa Juan Pablo II lo nombra venerable, primer paso hacia su beatificación.
Su decisión de estudiar medicina no es producto de un capricho de juventud sino de un inmenso deseo de auxiliar como médico a las personas humildes de su pueblo trujillano, recorriendo permanentemente los más apartados para atender a los enfermos, a quienes llevaba medicamentos.

José Gregorio Hernández quería ser médico para curar cuerpos, pero también quiso ser sacerdote para curar almas y es así que el 4 de junio de 1908 parte desde Puerto Cabello hacia Italia donde ingresa a la orden de San Bruno, en La Cartuja de Farneta y recibe el nombre de Fray Marcelo.

Pero el frío hace estragos en su débil contextura y a los nueve meses debe regresar a Venezuela e intenta infructuosamente ingresar a otra orden religiosa. En la Universidad Central de Venezuela, como profesor, se le reconoció como un hombre en constante avance y como biólogo fundó la cátedra de bacteriología, además de ser profesor de la de anatomía patológica y dominar los idiomas francés, alemán, inglés, italiano, portugués y algo de latín. También era músico, filósofo y tenía conocimientos de teología.

Pero siempre regresaba a su pueblo natal, a estar con los suyos, atender como médico a los pobres.
Aquel fatídico 29 de junio se dirigía a una farmacia en La Pastora, al norte de Caracas, con el fin de adquirir unas medicinas que llevaría a un amigo enfermo.

Trató de cruzar la calle en la esquina de Guanábano y fue impactado por uno de los pocos autos existentes en la capital, conducido por Fernando Bustamante.

¡Virgen Santísima! fue lo único que exclamó al sentir el fuerte golpe.
El mismo chofer lo llevó al hospital Vargas pero falleció antes de que pudiera recibir atención médica pues en esos momentos allí no había ningún profesional.

En la declaración que emitió el chofer Bustamante se lee: El día 29 del mes en curso, como a las dos de la tarde, iba yo manejando mi automóvil, subiendo la esquina del Guanábano a la de Amadores, por delante de mí marchaba un carro de los tranvías eléctricos y, como viniera en sentido contrario un muchacho, manejando una carretilla, le di paso y siguió marchando tras el tranvía; tomando enseguida la izquierda, aplicando la segunda velocidad, empecé a tocar la corneta, por temor de que por el lado de la calle se apeara alguno del tranvía; al llegar a la esquina de Amadores, y antes de entrar en la bocacalle, el tranvía quitó la corriente, y yo entonces pisé el acelerador para darle un poco de velocidad al carro y embragar la tercera velocidad.

En el momento que iba a operar este cambio vi encima del automóvil una persona que, al pretender esquivar el automóvil y junto con su acción de hacerse hacia atrás y como caminara algún tiempo pretendiendo guardar el equilibrio, el cual no pudo conseguir, hasta que al fin, cayó de espaldas. Yo detuve el auto y volví a ver si se había parado, pero lo vi en el suelo y reconocí al doctor José Gregorio Hernández, y como éramos amigos y tenía empeñada mi gratitud para con él, por servicios profesionales que gratuitamente me había prestado con toda solicitud e interés, me lancé del auto y lo recogí, ayudado por una persona desconocida para mí.

 

Inicio del año jubilar para la beatificación

Este domingo, con una ceremonia religiosa especial a las 11 de la mañana, en la iglesia San Pedro, avenida 5 con calle 10, en Valera, se da inicio al Año Jubilar por la beatificación del doctor José Gregorio Hernández.
El acto está presidido por el obispo de Trujillo, monseñor Oswaldo Azuaje y la presencia de los sacerdotes de todas las parroquias de las entidad.

Posteriormente se llevará a cabo una romería de devotos hacia el Santuario del Médico de los Pobres, en Isnotú, actualmente en proceso de renovación, al frente del cual se encuentra el padre Jesús Emiro Suárez.

Para el padre Reinaldo Pacheco, párroco de Carvajal y coordinador en Trujillo de la comisión regional por los 150 años del nacimiento, se espera una masiva asistencia de devotos de José Gregorio Hernández de todo el país, e igualmente en el Santuario para agradecer favores.

El clérigo tiene cierta esperanza de que para esa oportunidad, el 26 de octubre tengamos la buena noticia por parte del papa Francisco, de haberse aprobado la beatificación del bien llamado Siervo de Dios.

Pacheco reconoció que “con el papa Francisco ha habido un despertar muy grande de que eso pase para dicha de todos los venezolanos y quiera Dios que eso ocurra en el año jubilar”.

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