Cuando Alberto Casas, empleado en un centro comercial de Caracas, se refiere a la inflación de más del 60% interanual no pone cara de alarma sino de resignación: «Los venezolanos ya estamos acostumbrados a que todo suba mucho, desde que yo era niño».
Un escueto boletín publicado hace dos semanas en la web del Banco Central de Venezuela (BCV) revela que entre mayo de 2013 y mayo de este año los precios se han disparado un 60,9%, una cifra que según analistas coloca al país petrolero como «campeón mundial de la inflación».
Una noticia así caería como una bomba de consecuencias impredecibles en muchas partes del mundo, pero en este rico país petrolero, en donde desde hace décadas se registra un descomunal avance de precios, la inflación se asume como algo crónico, estructural, o endémico, más allá de que fuera una de las causas de las recientes protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro.
«El promedio que hemos tenido más o menos en 20 años puede estar en el orden del 30% (anual), es un problema inflacionario muy característico de una economía como la nuestra», que depende casi exclusivamente de las exportaciones petroleras y se ve afectada por la volatilidad de los precios del crudo, explica a la AFP el economista Máxim Ross, fundador del Centro de Estudios de Economía Venezolana de la Universidad Monte Ávila.
El socialista Maduro acusa a la oposición y al sector empresarial de promover «una guerra económica» para desestabilizar a su gobierno, que consistiría en generar desabastecimiento y especular con los precios.
El mandatario intentó combatir la inflación cuando en diciembre pasado decretó rebajas forzosas de precios.
Pero sus detractores atribuyen la inflación al «ineficiente» modelo económico que impuso el fallecido Hugo Chávez desde 1999, a pesar de que en 15 años el chavismo ha gozado de la mayor renta petrolera de la historia: el cóctel combina control de cambio y de precios, expropiaciones y exorbitante gasto público que inunda el mercado de liquidez.
«La inflación de 2013-2014 es el resultado de la escasez de divisas y de la política de estatización y expropiación que el Ejecutivo llevó a cabo, que generaron gran escasez de productos, pero además es consecuencia de la expansión del gasto publico. Venezuela ha sido uno de los países de América Latina que más ha multiplicado el gasto público», explica Raúl Huizzi, decano de la facultad de Economía de la Universidad de Los Andes (ULA).
«Pero este no es un fenómeno exclusivo del chavismo sino del mal manejo de la renta petrolera -que en 2012 supuso unos ingresos de más de 90.000 millones de dólares- en los gobiernos de las últimas décadas», agrega el economista.
En 1989, por ejemplo, cuando se aplicó el programa de ajuste económico del ex presidente Carlos Andrés Pérez, la inflación se situó en 84%, y en 1996, en el segundo gobierno de Rafael Caldera, llegó al 102%, tras otro programa de ajuste derivado de una crisis bancaria.
Disciplina fiscal
Entre los años 60 y 80, la conocida como «Venezuela Saudita» por el incremento abrupto de los ingresos petroleros fue uno de los países con menor inflación del mundo debido según los economistas a «una disciplina fiscal y a políticas monetarias y cambiarias conservadoras», mientras otros países de la región vivían azotados por la hiperinflación.
«Pero desde entonces, los gobiernos perdieron la ruta de la disciplina fiscal y tomaron políticas económicas equivocadas, como la sobrevaluación y los posteriores ajustes del tipo de cambio y la aparición de la liquidez monetaria, que tuvieron un impacto en la inflación», agrega Huizzi.
Varios gobiernos lanzaron iniciativas para frenar el avance de los precios, como la creación de un fondo para ahorrar divisas en tiempos de altos precios del petróleo y evitar el sobrecalentamiento de la economía, pero no cuajaron.
«Si usted le coloca a la economía demasiado dinero innecesariamente y no tiene una capacidad productiva que lo respalde, tiene inflación. Pero eso no significa que ese sea un problema endémico, es un problema de equilibrio en las cuentas, en balanza de pagos, en productividad. Todo tiene que andar junto para que la economía tenga un rumbo sano», explica Ross.
Para el economista independiente Francisco Faraco la inflación en Venezuela, en donde el Estado subsidia desde la gasolina hasta la electricidad, «es un problema económico pero con una fuerte conexión social».
«Los venezolanos aspiramos a trabajar poco y ganar mucho y a consumir lo mejor que podamos y la mayor cantidad posible, y a que el gobierno nos dé casa, nos dé electricidad, nos dé gasolina, nos dé carro, nos pague las vacaciones. Todo eso contribuye a subir los precios», explica.