Playa, arena y mar, en ese contexto aborda sus ideas. La presencia de lo paisajístico dentro de su imponente trabajo artístico dan cuenta de un soñador, de un hombre que no repara en hacer y crear más allá de los límites de una tela blanca y cruda, todo lo contrario, esa superficie, presta para darle rienda libre a sus ideas es la arena de playa que, con su rastrillo convertido en pincel hace y dibuja lo que quiere.
Arte al aire libre, arte en la naturaleza, arte con fecha de caducidad. Amador aprovecha las bajas mareas, generalmente de la costa de San Francisco, para inmortalizar cada uno de sus trabajos, antes que sus obras desaparezcan al subir el mar y es que, solo se puede disfrutar de su trabajo unas cuantas horas, el tiempo que tarda el mar en hacer desaparecer los inmensos cuadros de Amador.
El artista primeramente realiza los bocetos en su taller con la ayuda de un ordenador, después los complejos diseños se trasladan a la arena. Cada obra es diferente y algunas de ellas llegan a alcanza los 100 metros. “Mi trabajo explora metafóricamente las maneras en que los seres humanos experimentan la realidad mediante patrones de energía, de luz y de forma, como el caso de la arquitectura”.
Amador no sólo diseña, también se preocupa por buscar las playas adecuadas estudiando las mareas y observando la luz solar. El objetivo de su obra es recordar al espectador lo hermoso que es el mundo en el que nos ha tocado vivir.