«El premio Nobel no me quita el sueño, la cura contra el cáncer sí», decía el doctor Jacinto Convit, investigador venezolano que falleció la mañana de este lunes 12 de mayo, a sus 100 años de edad, tras destacados aportes en el campo de la medicina para América Latina y el mundo.
La vacuna contra la lepra y la leishmaniasis son la bandera de una extensa hoja de vida profesional relacionada con la ciencia y la necesidad de transformar los avances en un servicio público al alcance de los más necesitados.
Jacinto Convit García, aquel humilde caraqueño nacido en la populosa parroquia La Pastora, se convirtió en un Héroe de la Salud Pública, título que le otorgó la Organización Panamericana de la Salud en el año 2002.
Para ese entonces, muchos habían sido los logros del profesional de la medicina que llevó sus conocimientos hasta apartadas localidades de Venezuela y también a los pueblos indígenas de la selva amazónica.
Esto lo convirtió en uno de los médicos más admirados del país, por dedicarse, sin costo alguno, a pacientes en circunstancias desafiantes que en muchas ocasiones tenían poco o ningún tratamiento.
75 años de trabajo
Según un comunicado de prensa enviado ayer por la familia de Jacinto Convit, el médico tuvo unos 75 años activos en la medicina.
Durante estas casi ocho décadas, se paseó por la cátedra de Enfermedades tropicales de la Universidad de Stanford (California) en calidad de profesor invitado, y más tarde realizó un trabajo similar en el Hospital Jackson Memorial de la Universidad de Miami.
A su regreso a Venezuela, a comienzos de la década de los setenta, fundó el Instituto de Biomedicina que hoy lleva su nombre. Allí reunió a investigadores nacionales e internacionales para desarrollar métodos sencillos en pro de la salud pública.
Pero mucho antes (en la década de los 40) había logrado la creación de 23 unidades sanitarias en el país, cuando aún no existía la descentralización del sistema de salud.
Esto sucedió a pocos años de haber recibido su título de Doctor en Ciencias Médicas de la Universidad Central de Venezuela y tras haber iniciado su trabajo en la Leprosería de Cabo Blanco, un centro de reclusión para los enfermos de Lepra. Para la época existía una Ley que impedía que las personas con esta condición estuvieran en la calle.
Cabo Blanco fue la segunda universidad de Jacinto Convit. Allí, según declaraciones ofrecidas por el mismo médico a comienzos de los noventas, aprendió a «cuidar a los pacientes desempeñando labores de médico, juez, odontólogo y consejero, que sirvieron ampliamente para enriquecer mi conocimiento sobre la enfermedad y profundizar sobre el aspecto humano de los enfermos».
Su estudio sobre la lepra y el descubrimiento de una vacuna para esta enfermedad, le valieron una nominación al Premio Nobel de Medicina, en 1988.
Más de 345 trabajos científicos fueron publicados por Jacinto Convit; entre 1940 y 2013 el más reciente.
Convit y la muerte
«La muerte es algo que uno tiene que aceptar. Nadie se puede salvar de morir. Es decir, la muerte no es discutible. Ahora, lo que hay que hacer es aprovechar el tiempo y hacer las cosas lo mejor posible. Tratar de favorecer a la gente lo más que se pueda», decía Jacinto Convit. Por eso pasó parte de su vida trabajando en enfermedades como la lepra, y luego buscando avances contra el cáncer.
Para esta última enfermedad oncológica desarrolló avances cercanos. Estudios para vacunas contra el cáncer de seno, colon y estómago, son desarrolladas a través de terapias de inmunología creadas por Convit.
Por invenciones tan importantes es que fue llamado “El médico de la esperanza”.
Hoja de vida
Jacinto Convit fue jefe del servicio de Dermatología del Hospital Vargas, director del Instituto de Biomedicina, miembro fundador de la Sociedad Venezolana de Dermatología y Venereología, miembro de la Asociación Internacional de Lepra, miembro fundador de la Sociedad Venezolana de Alergología, miembro fundador de la Sociedad Venezolana de Salud Pública, miembro de la Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene, miembro de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia, miembro de la Academia de Ciencias de América Latina, y miembro titular de la Academia Nacional de Medicina, entre otros cargos.
Un venezolano que nunca renunció a su pasión de investigador, recordado como impetuoso en su trabajo y con un corazón noble que siempre busco el bien del colectivo.