Un animal enfermo

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De muchas maneras se ha denominado al hombre a través de la historia: animal racional, animal inteligente, animal soberbio, etc. Hoy me encontré una nueva: animal enfermo. No me gusta meter al hombre dentro de los animales, porque si bien es verdad que tenemos muchas cualidades en común son muchas más las que nos diferencian.
Por mencionar la más importante: la libertad. El animal no es libre, el hombre sí lo es. Por eso existe otra vida para el hombre y no existe para el animal. Allí recibirá el premio quien invirtió bien su “capital vital” y el castigo quien decidió invertirlo mal. De modo que la vida actual es un espacio para merecer.
Pienso que pensamos poco en estas realidades por lo poco que sometemos a la lupa de la buena conducta a nuestra vida. La vida es como una beca que nos la mantienen si sacamos buenas notas, y nos la retiran si somos aplazados. Por supuesto que en ese proceso, influye mucho la educación que se recibe en el hogar. Copio de la carta de un niño que no tuvo familia:
“A los cuatro años tuve que irme a vivir con personas que no eran de mi familia, y a partir de los seis viví en orfanatos del Estado. Excepto en mis primeros años de vida no conocí las caricias ni los besos de una madre o de un padre. No tuve nadie que por las mañanas me dijera: -Tómate el desayuno, o pórtate bien en el colegio. Estoy seguro de que cualquiera comprende la importancia que estas palabras tan sencillas tienen para un niño, y también el vacío que durante toda mi vida he sentido en el corazón por haberme privado de ellas. A los diecisiete años, siendo estudiante de la Academia Naval de Leningrado sentía ese vacío como el mayor pesar de mi vida”.
Queda patente la necesidad de la educación afectiva en el hogar, que comienza por los propios padres. Las buenas relaciones familiares son las buensas relaciones públicas del hogar. Hay familias que viven como en una pensión. Van a la casa a comer y dormir. Cada miembro tiene sus planes y nunca hay oportunidad de convivir.
Hoy día, con tantos adelantos tecnológicos podemos estar todos en casa desconectados unos de otros y conectados con quienes están muy lejos. El diálogo familiar sea después de almuerzo, después de cena, después de ver juntos un programa de televisión, es necesario. Invitar a los amigos de nuestros hijos a casa es la mejor manera de orientarles acerca de cómo escoger las amistades que hacen bien o mantener a raya las que los pueden dañar.
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