El papa Francisco declaró santos a sus dos predecesores Juan XXIII y Juan Pablo II en una ceremonia de canonización sin precedentes, que tuvo otro ribete histórico con la presencia del pontífice retirado Benedicto XVI.
Francisco recitó la fórmula de declaratoria de los santos en latín diciendo que tras deliberar, consultar y rezar por la ayuda divina “declaramos benditos y definimos que Juan XXIII y Juan Pablo II sean santos y los incluimos entre los santos, decretando que sean venerados de esa manera por toda la iglesia».
Benedicto estaba sentado al lado de otros cardenales en la plaza de San Pedro durante el rito al inicio de la misa del domingo. Él y Francisco se saludaron brevemente a la llega del actual pontífice.
Cientos de miles de personas colmaron la plaza de San Pedro en lo que constituye una jornada histórica de confluencia entre cuatro papas: el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI honrarán y declararán santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II, en la primera canonización conjunta de dos pontífices.
Aunque la ceremonia en sí es extraordinaria, la presencia de Benedicto agrega otra dimensión histórica: nunca antes un papa reinante y uno retirado habían celebrado una misa en público, mucho menos en una ocasión en que se honrara a dos de sus más famosos predecesores.
La presencia de Benedicto también refleja el balance que Francisco tuvo en consideración al canonizar a Juan XXIII y Juan Pablo II, que muestra la unidad de la iglesia al honrar a un papa conservador y un liberal.
Benedicto, de 87 años, llegó a la plaza de San Pedro por su propio pie entre aclamaciones de la multitud. Vistiendo ropajes blancos y la mitra blanca de los obispos se sentó junto con otros cardenales pero se incorporó para saludar al presidente de Italia cuando éste llegó a la misa.
El Ministerio del Interior italiano predijo que un millón de personas atestiguarían la misa desde la plaza, las calles adyacentes y las plazas cercanas, donde se colocaron pantallas gigantes para que la gente pudiera seguir la ceremonia.
Cuando comenzó la ceremonia, la Via della Conciliazione, la principal avenida que lleva a la plaza, las calles cercanas y los puentes que cruzan el río Tíber estaban abarrotado