El Rincón de los Miércoles 23-04-14

GABO: ¿Qué se puede decir a estas alturas de Gabriel García Márquez que no se haya dicho ya? En lo personal tuve la oportunidad de relacionarme con la familia del gran escritor fallecido a través de Gustavo, su hermano, quien se desempeñó como Cónsul de Colombia en Barquisimeto y con él tuve una gran amistad. En el primer número de la segunda etapa de la revista Gala le hice una entrevista a Gustavo sobre la vida de los García Márquez, ilustrada con la fotografía de la matrona de la familia, doña Luisa, la cual nunca había sido publicada en un medio de comunicación. Una semana después Gustavo le llevó esa revista al Gabo a Cartagena y el Nobel me envió un mensaje con su hermano donde me calificaba de “reportero tramposo” porque según dijo me había valido de su hermano para entrevistarlo a él. Confieso hoy que no tuve esa intención, pero me halagó esa visión periodística que nunca perdió en su vida el más famoso de los escritores latinoamericanos. Y lo digo por “Noticia de un secuestro”, la más larga y extraordinaria crónica policial que he leído alguna vez. No era una novela, era un hecho real producto de una profunda investigación reporteril que ha quedado como un legado para las nuevas generaciones de periodistas. García Márquez nunca fue un escritor barroco; más bien su lenguaje, hermoso y transparente, llegaba fácilmente al gran público sin ningún problema, porque se nutría de las cosas más sencillas y cotidianas a las que le imprimía una magia que sólo él podía crear. En el “Amor en tiempo de Cólera”, una de mis preferidas, su personaje principal decía que “la vejez es una enfermedad que hay que erradicarla a tiempo”. Ya el Gabo está en el Olimpo de los Dioses de las letras, donde seguramente ha sido muy bien recibido por los otros inmortales de la literatura universal.
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EL Real Madrid ya tiene de nuevo la Copa del Rey merced a una épica esprintada de Gareth Bale, una de las estrellas del elenco, quien recorrió como una bala los 58 metros que lo separaban del arco defendido por José Manuel Pinto del Barcelona para anotar un gol que ya pasó a la historia de las hazañas del club. Ahora faltan los trofeos de la Champions y de la Liga, para concluir una campaña admirable. La era catalana parece haber culminado después de varios años asombrando al mundo por su impecable e implacable fútbol. No es fácil esa misión frente a equipos estupendos como el Chelsea o el Atlético de Madrid, posibles protagonistas de una final que también tiene su morbo por la presencia, por ejemplo de José Mourinho, exentrenador del Real Madrid, o del Atlético que viene ganando en serie sus compromisos. Pasar esos dos alcabalas sería el éxtasis de millones de aficionados en todo el mundo, que han sufrido lo suficiente en los últimos tiempos. Muchos sueñan con levantar las dos copas que faltan. ¡Hala Madrid!, caray.
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En Venezuela las estadísticas tienen muy poca importancia si comparamos con otros países donde se consideran vitales para conocer con cierta exactitud los resultados de cualquier quehacer humano. Se utilizan, por ejemplo, para saber cuántas personas mueren en accidentes de tránsito todo los años, o el rendimiento de los bonos petroleros, etc, etc, y más etc.. Como aquí hace tiempo que no llevamos cuenta de nada es imposible tener una estadística sobre el número de bombas lacrimógenas utilizadas en las manifestaciones estudiantiles. A lo mejor nos estamos perdiendo de algo así como un liderato mundial en la especialidad en lanzamientos de esos artefactos –distancia, efecto y puntería, entre otras cosas. Lo cierto es nunca nos imaginamos que teníamos un arsenal de lacrimógenas tan numeroso y variado que, de paso, deben costar un dineral porque todas son importadas. Proceden de varios países que nos las venden a precio de pescado en semana santa, eso es carísimo, como si fueran un producto de primerísima necesidad, como la recordada Harina Pan, la leche, el papel tualé y otros recursos que escasean mucho en estos tiempos de revolución. Dicen algunos que cada bombita cuesta más de 100 dólares, aunque no sabemos a qué tipo de cambio porque tenemos varios y, además, lo desconocemos por aquello de “secreto de Estado” para no alertar a los consumidores. También ignoramos si son reciclables para poder venderlas de nuevo, o si se pueden convertir en carritos para que jueguen los niños pobres en diciembre. Lo cierto que este 2014 nos hemos familiarizado mucho con las lacrimógenas y descubierto, entre otras cosas, que somos unos llorones compulsivos que necesitamos que nos lancen otro tipo de bombas que al menos nos hagan reír, aunque sea por un rato.