Valor del Compromiso

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Hace tiempo me llamó la atención un slogan conservacionista: Respeta la naturaleza, formas parte de ella. Sí y no. Formamos parte de la naturaleza por razón de nuestro cuerpo, pero emergemos sobre ella por razón de nuestra alma. Al misterio del hombre pertenece su unidad anímico-corpórea. Nuestro cuerpo no es un cuerpo cualquiera, sino el cuerpo de una persona. Y nuestra alma no es una entidad etérea, sino el principio que da vida al cuerpo y realiza actividades de gran categoría.
En efecto, a veces se exageran los condicionamientos de la conducta humana, como si éstos fueran determinantes de las decisiones personales. Se invocan influjos hereditarios, biológicos, culturales, económicos o ambientales como para descargar responsabilidades de nuestras propias decisiones libres.
Sin embargo debemos asumir el protagonismo de nuestra libertad. La libertad personal no necesita de largas y laboriosas demostraciones. Cada quien tiene la vivencia de su libertad, del dominio y emergencia de sus decisiones sobre las circunstancias que lo acompañan. El dominio de las propias decisiones indica también un dominio del mundo que nos rodea: no un dominio total, pero suficiente para el obrar autónomo de cada persona.
Ciertamente nuestras acciones tienen consecuencias, no sólo hacia fuera, sino también hacia adentro: la huella de nuestras decisiones libres van creando en nosotros hábitos favorables o desfavorables, buenos o malos. En expresión de Antonio Millán-Puelles: la libre afirmación de nuestro ser. Lo que decido hacer hoy me va predisponiendo para lo que haré mañana. Los hábitos van creando una facilidad y una inclinación en un sentido determinado: no estamos continuamente, en ningún aspecto de la vida, comenzando desde cero. La otra cara de la libertad es la responsabilidad, que es atenerse a las consecuencias de las propias decisiones. El miedo al compromiso, a la responsabilidad, es en el fondo el miedo a la libertad.
Nuestras vidas se van desarrollando en el tiempo. El pasado ya pasó, pero podemos asumirlo con el recuerdo y con la experiencia. El presente está en nuestras manos, aunque transcurre rápido. Y con nuestras decisiones libres podemos anticiparnos al futuro, asumiendo compromisos que valgan la pena. El miedo al compromiso es negarse a darle un rumbo a la vida, condenarse a una perpetua inmadurez. El ser humano, en razón de su libertad tiene capacidad de compromiso en cuestiones buenas y nobles: una dedicación profesional, un ideal político, un matrimonio para toda la vida.
Somos capaces de tomar decisiones de futuro, de enrumbar la vida en el sentido que prefiramos. Yo no puedo responder de cuáles serán mis sentimientos dentro de tres años, pero sí de una decisión firme de futuro, de compromiso. Puedo responder de lo que, libremente, haré dentro de tres años. Los sentimientos son tornadizos, van y vienen. Son arenas movedizas. Pero podemos construir en base a la libertad.

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