Acostumbrados a la pestilencia, la comunidad del Club Hípico Las Trinitarias, situada en las cercanías de la quebrada de Guardagallo o quebrada La Ruezga, dejó de percibir los malos olores. Incluso algunos niños se bañan actualmente en las aguas contaminadas, éstas están pobladas por babas y el ambiente infestado de mosquitos.
Los habitantes del extenso sector simplemente habían asumido que la realidad de la quebrada no iba a cambiar. Por mucho tiempo han pedido ayuda, pero sin obtener una respuesta que se materializara en acciones efectivas.
Hace tan solo unos meses, un grupo de cuatro jóvenes decidió ayudar a quienes consideraban, lo necesitaban urgentemente. Trazaron un plan comunicativo que atacase los principales problemas que aquejaban a la comunidad en relación a la quebrada. Alumnos cursantes de quinto año del Colegio Galileo Galilei percibieron la materia de servicio comunitario como una oportunidad para “devolverle a esta tierra un poquito de todo lo que nos ha dado”, dijo José Alvarado, miembro del proyecto.
“Vimos que la quebrada de La Ruezga estaba muy contaminada, así que decidimos concienciar a la comunidad para que no botara más basura en las aguas”, explicó Carlos González, uno de los estudiantes que conformó el proyecto. Visto que no podían atacar el problema en todos los sectores vecinos a la quebrada, delimitaron su campo de acción en la zona del Club Hípico Las Trinitarias.
Al llegar a la comunidad fueron recibidos con cierta desconfianza. Alvarado explica que “es costumbre que la gente llegue a la comunidad a decirles cuáles son sus problemas, pero nosotros quisimos que, ya que lo viven en carne propia, fueran ellos mismos los que nos dijeran qué les afectaba”. Y los habitantes respondieron. El problema no era sólo la contaminación, sino que la quebrada no está embaulada en su mayor parte, y cada vez erosiona más los terrenos que la contienen, incluyendo las bases de los edificios que la rodean, hasta comerse parte de un estacionamiento de una zona residencial, hoy franqueado por cintas amarillas que avisan del peligro.
“En 1983, el ingeniero José Najul realizó un Plan de canalización de la quebrada La Ruezga que nunca se llevó a cabo. Un buen tramo no estaba canalizado, y en esa década, el Instituto Nacional de Obras Sanitarias y el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Reno-vables, plantearon realizar los estudios necesarios para la construcción del embaulamiento, dentro de un razonable plazo inmediato, pero para la fecha actual este proyecto nunca se consumó”, explicó Alva-rado. Esto ocurrió hace aproximadamente veinticinco años.
Si bien la contaminación es un problema grave de salud pública y ambiental, la quebrada sin canalizar socava progresivamente las bases de los edificios adyacentes, amenaza con derrumbar viviendas o con llevarse todo a su paso si se desborda, por lo que previsiblemente los resultados serían “terribles”, explica Alvarado.
Los estudiantes explicaron que una vez al año la Alcaldía de Iribarren limpia la maleza y los causes, pero esto “no es suficiente”.
El desarrollo del proyecto
Primeramente recorrieron el sector con ayuda del consejo comunal del lugar. Hicieron encuestas, y con base en la información recolectada, elaboraron las estadísticas, las cuales arrojaron que el 60% de los habitantes de la zona estudiada siente que corren riesgo viviendo cerca de la quebrada y de igual modo que este es para ellos el principal problema que los aqueja.
A su vez, los alumnos del colegio Galileo Galilei consultaron bibliotecas regionales, así como también visitaron organismos del estado, tales como la ex Fundación para el Desarrollo de la Región Centro Occidental de Venezuela, Fudeco, ahora Corpolara, que les facilitó información al respecto. Los estudiantes realizaron trípticos, dípticos, chapas, que repartieron a los habitantes del sector, bien fuera en los buzones de los edificios o de mano a mano. Cada folleto informaba a la población de los tipos de contaminación y recomendaciones para evitarla. También colocaron notas informativas en las carteleras de los edificios.
A pesar de recibir primeras miradas suspicaces o reprobatorias, progresivamente la constancia diaria de los jóvenes fue bajando las defensas de una comunidad habituada a no ser escuchada. “Íbamos todos los días, llegábamos y no sólo discutíamos el problema, sino que conversábamos de todo (…) con el tiempo, convocamos varias asambleas comunitarias, para concientizar a las personas sobre la contaminación de la quebrada y qué acciones ellos podían tomar para mejorar la situación; por ejemplo, no botar basura ahí (en la quebrada)”, comentaron los estudiantes.
Necesitaban ser escuchados
Los habitantes de la zona comenzaron a creer en estos jóvenes, incluso aunque fueran en apariencia menores de edad sin poder político ni económico. Pero tenían voluntad.
“Ahora nos ven y nos ofrecen cariñosamente un cafecito o una limonada, nos sentimos queridos”, sonríen los estudiantes. Gabriel Rojas recordó que “la comunidad era muy apática. Estaban habituados a que nadie los escuchara. Pero luego comenzaron a animarse y a tomar consciencia del daño que se hacía a la quebrada cuando se botaba basura ahí… desde la zona Las Trinitarias, pasando por la Ruezga Norte y la Ruezga Sur, hay de todo: animales muertos, basura, monte, estructuras de autos, neveras, lavadoras y todo tipo de desperdicios”.
Hace tiempo que terminaron la materia de servicio comunitario en su institución.
Estos jóvenes agradecen la ayuda de sus padres y tutores, Inés Martínez y Félix Díaz Porta. Sin embargo, ahora, luego de recibir una respuesta tan satisfactoria de la comunidad, José Alvarado, Carlos González, Gabriel Rojas y Jesús Mogollón, no han dado por terminada su tarea.
Ahora quieren atacar el problema en toda su magnitud, más allá del que estaba enmarcado solamente en la comunidad del Club Hípico Las Trinitarias.
“Daremos por concluido nuestro proyecto cuando canalicen la quebrada La Ruezga. Y para esto se requiere la intervención de la alcaldía, la gobernación y el gobierno nacional, porque es muy costoso”, afirmó José Alvarado.
El grupo de estudiantes estima necesario que el gobierno imparta charlas en la áreas rurales y cercanas a las de la quebrada La Ruezga, así como otras igualmente afectadas a lo largo de todo el país; lo cual a juicio de los jóvenes “disminuiría considerablemente la contaminación de las quebradas” visto los resultados exitosos que ellos lograron con su proyecto.
Foto: Billy Castro