Media nota por EL IMPULSO

Hija de la arbitrariedad incompetente, buena para lo malo y mala para lo bueno, la crisis del papel periódico es un síntoma de la más grande y profunda que padece la vida venezolana, esa que queremos pacífica, democrática y próspera y que cada vez lo es menos.
La página de opinión de este periódico, reducida a la fuerza, refleja el mal principal, porque es la causa de todos los males. El poder cree, supersticiosamente, que los problemas desaparecen si no se habla de ellos. Que el descontento es artificial, provocado por conspiraciones y manipulaciones. Por eso se la ha jurado a la información y la opinión libres. Como no se entera de la verdad, cree que si la gente no se informa, santo remedio. Y todo se pone peor.
Me duele y me indigna lo que le pasa a EL IMPULSO. Primero y principal porque lo que le pasa a estas páginas queridas me pasa a mí, y nos pasa a cada uno de nosotros. Nos concierne. Es con nosotros. Porque ciento diez años no son cualquier cosa. Porque cuesta mucho hacer una institución para que la barbarie se la lleve por delante.
Así que escribo corto, pero escribo. Me duele, pero no me callo. Me indigno, pero no pierdo la cabeza. Solidario con esta casa y con quienes la hacen posible. Solidario con el futuro, que es lo que nos jugamos.