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A pesar de reconocer que la pobreza es un fenómeno estructural en los países subdesarrollados, no podemos negar que en Venezuela la magnitud de los ingresos petroleros y su distribución por el estado permitió la sustentación de un modelo rentista y populista, que si bien favorecía desigualmente los sectores sociales logró un grado importante de consenso y legitimidad en la sociedad. Hasta 1989 la ausencia y fracaso de movimientos subversivos y el apoyo al sistema electoral parecían demostrar esta última afirmación. Con la crisis del rentismo el Estado perdió la legitimidad que la distribución de la renta petrolera le había otorgado y comenzó a jugar un papel más de represor que de conciliador. Al consolidarse las tendencias neoliberales en el plano económico, el Estado y los partidos ven disminuir en forma significativa su presencia. Antes esta situación existe una “Clase política” que se niega a perder poder, cerrando cualquier espacio de participación. Los intentos fallidos de la COPRE por reformar el Estado, la descentralización, fueron demostración de la intolerancia política de las agrupaciones tradicionales. Igualmente ante la expansión neoliberal el aparato político tiende a desideologizarse y convertirse en instituciones pragmáticas, solo preocupadas por el buen funcionamiento del los mecanismos del mercado y el como garantizar el “orden social”. Así vimos en los últimos años la constitución de un grupo de tecnócratas ocupando puestos claves en organismos públicos.
Para 1989 llega Carlos Andrés Pérez a su segunda presidencia, con el apoyo de un caudal de electores quienes recuerdan de su primer periodo presidencial: la bonanza petrolera que permitió la política de pleno empleo, aumento saláriales, subsidios, crecimientos del gasto social, créditos agrícolas, nacionalismo económico, entre otros. Igualmente se había ofrecido en la campaña su imagen de líder tercermundista y hombre dispuesto a enfrentarse a los desmanes que a nuestros países había causado la deuda externa y las respectivas imposiciones de los organismos financieros internacionales. Apenas tomado el cargo, el 2 de febrero de 1989, comenzó a implementarse un plan económico radicalmente opuesto a lo que realmente se esperaba. Los acuerdos con la banca internacional y el anuncio de la aplicación del programa “popularmente” conocido como “paquete económico” vinieron inmediatamente (16 de febrero) pero igual de rápido fue el rechazo popular que en rebelión tomo las calles durante el 27 y 28 de febrero.
Este es sin duda unos de los sucesos más terribles en la historia de Venezuela. Desde Guarenas y Guatire muy temprano en la mañana se dio inicio a manifestaciones violentas, causadas aparentemente por el aumento en la gasolina, ya para el mediodía toda Caracas era un mar de gente, saqueos, tiros, muertos. La gente bajo de los cerros con sus angustias, con los odios acumulados por décadas de injusticias y burlas. Solo la muerte a mansalva pudo, después de tres días, detener esta insubordinación espontánea, cuya mínima organización hubiera acabado con el gobierno de la época. Se calculan en miles los muertos, el gobierno solo reconoció trescientos.
Pensar 25 años del Caracazo (1/3)
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