Vivimos una pesadilla

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La saña con la cual fueron asesinados dos ancianos sacerdotes salesianos en la ciudad de Valencia sobrepasa el estupor de quienes pensábamos que el terror criminal y la apostasía era un fenómeno lejano, vestigios  de grupos tribales anclados en ritos sangrientos de un pasado remoto y pre civilizatorio.
Pero en la medida que nos adentramos en el horror del brutal asesinato, en la reconstrucción del ultraje diabólico donde pisotearon ostias consagradas  y abrieron el vientre de las victimas para poner sus vísceras al descubierto un escalofrío nos recorre todo el sistema neurológico, dejándonos conmocionados por un sentimiento que va mas allá de la rabia, mas allá del miedo, mas allá de los umbrales del asombro y la incredulidad.
Abrimos los ojos e hincamos las uñas sobre la piel para despertarnos de esa pesadilla pero la verdad de la noticia se mantiene sujetada a nuestra devastación anímica y entonces solamente nos queda exclamar el maligno está entre nosotros.
Al buscar explicaciones sobre esta realidad tenebrosa pero ineludible, inevitablemente tenemos que buscar las causas profundas en el deterioro moral que se ha venido produciendo en Venezuela con impacto grave en los núcleos familiares, donde la disolución de valores por falta de los componentes morales de la educación está haciendo estragos.
Muchachos alrededor de los quince años de edad apuñalaron a dos santos sacerdotes vocacionados a la caridad y a sembrar el amor a Dios entre sus semejantes y esta macabra noticia estaba acompañada de los insultos y amenazas que se entrecruzaban el Presidente de la Republica y los líderes opositores en el marco de unas manifestaciones donde el gobierno intenta repeler con balas el grito de esperanza de los estudiantes.
Pero Dios atenderá nuestros ruegos porque a pesar de las arremetidas del Maligno los justos sabrán conjurar su poder y su insidia, ejemplo de ello lo tenemos en la  hermosa, lúcida, oportuna y piadosa carta que le envió el Arzobispo Emérito de Barquisimeto, Tulio Manuel Chirivella, al comandante Luis Reyes Reyes.
Ciertamente vivimos una pesadilla, el mal en sus más intensas y superlativas manifestaciones nos muerde con fiereza y brutalidad las entrañas de las ilusiones de tener un mejor futuro, pero en miles  de hogares, en los templos, en las calles y en la plazas se están levantando oraciones para que DIOS retome el rumbo de nuestro país y podamos despertar hacia un mañana donde el entendimiento y la fraternidad sean las principales banderas de esta Venezuela injustamente dividida. Hágase Señor tu voluntad y sople sobre nuestras vidas el aliento protector de tu misericordia.

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