Los tres discursos

La tragedia de Venezuela no concluye. Vivimos una tremenda desgracia. Los llamados países hermanos que en otras épocas apoyamos en días en que padecían gobiernos siniestros, nos dejaron solos. Prefirieron la chequera venezolana que recorrió la América Latina. En esta semana los presidentes de Bolivia, Uruguay, Ecuador y Argentina han apoyado a Maduro.
Citamos de nuevo a Unamuno: “Es necesario repetir a diario lo que a diario de puro sabido se olvida”. No se sabe quién tiene el mando, si Maduro, Diosdado o el ministro Rodríguez Torres. Son tres discursos con contradicciones. A propósito de las manifestaciones estudiantiles de esta semana lo hemos vuelto a comprobar. Maduro habla en La Victoria de un golpe de Estado en pleno desarrollo. Llama a la paz, pero ordena detenciones sin investigación. Integra a los ministros a un plan de paz, pero Iris Varela le dispara a la Conferencia Episcopal. Habla de libertad de expresión, pero Conatel saca del aire a NTN24 de Colombia. Su discurso se convierte en fantasías disparatadas.
En su arenga en la Avenida Bolívar pronunció una palabra que le debiera estar prohibida: Renuncia. Dijo que no renunciaría ni un milímetro del poder. En política cuando te están atacando con una palabra que puede convertirse en una bola de nieve cada vez más grande, el menos indicado para pronunciarla eres tú. En los cuarteles, los venezolanos desde Nueva York a pesar del frío en las calles, los estudiantes, los sindicatos, los periodistas de lo que hablan es precisamente de la renuncia y eso evitaría un golpe de estado, una salida violenta. Arias Cárdenas lo admite al decir “la salida del Presidente no es discutible”. Y algunos añaden: por ahora. No sería el primer mandatario en hacerlo. Renunciaron José María Vargas, Isaías Medina Angarita y Marcos Pérez Jiménez. Los tres esgrimieron razones para evitar el derramamiento de sangre que es lo que estamos viendo en estos días.
Maduro no deja de errar, le pide la Iglesia, la oposición, los vecinos, que se deslinde de los grupos paramilitares y pisa el peine y reconoce que los hay.
Textualmente admite: “No acepto grupos violentos en el chavismo. Se equivocan quienes creen que son muy revolucionarios los que cargan un fusil”. Ya se sabe de donde vinieron las balas de los asesinados en estos días en las manifestaciones.
Desde otro escenario Diosdado Cabello dice que la oposición llegó tarde al diálogo.  Con sus acostumbradas malas maneras, exalta a los llamados colectivos que es una versión venezolana de los grupos de acción rápida cubanos que golpean y matan a quien proteste. Habla de impunidad y por lo pronto le dice a esos grupos armados que esperen otra orden: “Las batallas se dan cuando hay que darlas, no cuando ellos quieran”.
El tercer discurso es la “rueda de prensa” de Rodríguez Torres. Convoca a los periodistas pero no les permite preguntarle y nos pinta unos antecedentes de los sucesos, donde casi se remonta a las montoneras de Boves. Vestido de blanco cual pacificador que quiere escuchar a todos, nos describe una fachada de normalidad virtual. Ignora escasez de alimentos, inseguridad e inflación, cierre de hospitales, devaluación de la moneda, crisis presupuestaria de Corpolec y de Pdvsa, flagelos que afligen a los venezolanos.
Este régimen no tiene propósito de enmienda. Cabalga sobre el miedo, transita senderos tortuosos en que tiene sumergido al país. 3 muertos, 70 detenidos, 66 heridos, manifestaciones en todas las ciudades no le significan nada. Continúan las manifestaciones estudiantiles, de periodistas, de cañicultores, de empleados de hospitales en casi todas las ciudades del país. Hay preocupación internacional por la situación de Venezuela que cada vez se parece más a lo que sucede en Ucrania y ojalá que nunca lleguemos a lo de Siria.  Desde las Naciones Unidas, intelectuales, un premio nobel, Estados Unidos, declaran preocupación por lo que ocurre en Venezuela. La hora final del régimen parece estar más cerca.