La semana pasada Caracas recibió un aquelarre de viudas de Stalin y de Mao, congregadas en un trasnochado invento brasilero llamado Foro de Sao Paulo: entelequia inventada para dar proyección internacional a las contorsiones oportunistas del hoy aburguesado Partido Trabalhista.
Vinieron verdaderos creyentes – de aquellos que se comen sus propias trazas, como los pobres diablos del culto de Jonestown, los que cándidamente bebían un Kool Aid envenenado.
Otros son perdedores consuetudinarios – de los que entran en conflicto con el universo desde que se ven de mañana al espejo y encaran su perpetuo fracaso existencial.
Pero las «estrellas» del bestiario fueron las que viven del cuento ñángara, con gastos pagos y boletos en primera clase, cortesía del pueblo venezolano. El Foro congregó un auténtico «quién es quién» de la mafia izquierdosa continental.
Destacaron Hebe Bonafini, más vieja y corrupta, denso concentrado de odio y bilis, perenne vividora de dádivas montoneras. Igualmente la Negra Impiedad colombiana, descarada tapadera de la sanguinaria narco-guerrilla. En el elenco también la Menchú y Pérez Esquivel, artificios ambulantes insuflados por algún un inmerecido Nobel de la era soviética.
Por supuesto no falló ni uno sólo de los fósiles partidos comunistas del continente, encabezados por la monarquía cubana, que acuden a revivir el pasado en medio de una orgía de onanismo colectivo, que en definitiva es lo que son estas sartas de habladurías.
Aquello pudo ser contraparte a una pintoresca convención de legitimistas franceses, pero esta vez la pandilla no trajo otro fin que respaldar una determinada candidatura electoral – que es la chequera que hoy les sustenta a casi todos ellos.
Solo así se explica el paradójico espectáculo de tanto zurdo profesional husmeando asiduamente las botas y trasero de una panda de gorilas uniformados y entorchados; sus otrora verdugos, hoy disfrazados de rojo, rojito.
Pero el tiro debe salir por la culata, porque semejantes reuniones son poderoso imán para eso que llamamos mabita o «pava». En el Diccionario de Venezolanismos de la Universidad Central de Venezuela, «pavosa» es la persona que causa mala suerte.
Los madrileños le llaman «gafe»; los porteños, «mufa»; los mexicanos «salado»; los chilenos, «yeta»; los cubanos, «ñeque»; y los dominicanos, «fucú».
Tal aglomeración de marginados por el tren de la historia por fuerza debe generar una pava tenaz y persistente. Y su triste apoyo convertirse – muy rápidamente – en un beso de la muerte – sin antídoto – para el pretendido beneficiario.