Por la puerta del sol
Al igual que el tema del mundo, el de la sociedad, la política, la economía, los sucesos y aconteceres, el de la vida es un tema que siempre estará sobre el tapete. Desde que aparece en el camino es un andar, un ver y una búsqueda permanente de felicidad, sin saber lo que le depara cada paso, en su largo peregrinar. También es lucha, decisión y cambio
Cambiar no es cuestión de huir, es cuestión de reparar, de recuperarse, es dejar atrás la fea humareda en que nos va convirtiendo el aburrimiento, las frustraciones, la falta de incentivos, la soledad. Se cambia para no dejar de ser antorcha; la lucha por lograr mantener a flote la alegría, debe ser perseverante, sin cuartel.
Cada uno es su propio arquitecto: Ellos, tú y yo. En este momento una cantidad de sueños galopan por el eco de mi voz, me emociono, arriba de mi montaña sopla el viento sus golondrinas hacia el sol. No me gustan los jardines donde el ventarrón deshoja los pétalos y se queda en el suelo el aroma de las flores, no me gusta que se mojen mis momentos de alegría. Ponerse en contacto con la naturaleza y aprender de ella es el mejor y más sano de los placeres, estoy aquí bajo este cielo, bajo estas nubes que cubren mis nostalgias cuando lejos me encuentro de esta tierra. Estas nubes sigo sintiéndolas mías, como mía mi montaña, míos los vientos y mías las brisas, mío el río y mía la puerta del sol en que nací.
La vida está llena de todo un poco. “Puede ser del tamaño de un libro o solo del de una o dos páginas del mismo libro. Es única y lo más importante para nosotros” (Hugo F. Victoria C.)
Podemos ser la historia plasmada en un libro, el contenido, un título que no llegó a desarrollar nada, ni a llenar siquiera un renglón, apenas la portada, llenamos sus hojas de gloria, las dejamos en blanco o manchadas, inconclusas, honorables o ridículas, tal vez seamos todo eso o nada, apenas un prólogo, un cuento, una frase o una leyenda. Cada uno es su propia obra, su propia leyenda. Todo lo que vivimos desfila y se perpetúa en nosotros. Aprendemos a caer, a errar, a levantarnos y a continuar, igual a quitarnos el lastre. Imposible ganar sin saber perder, imposible que acertemos si no aprendemos a errar, imposible amar si no hemos aprendido a amarnos, imposible vivir si no hemos aprendido a vivir.
Qué grato es saber que no está demacrado el soplo de luz que mora en nuestros huesos, tampoco la dinastía de nuestros soles y recuerdos. No están demacrados los sueños, las creencias, la memoria.
Como tengo el honor de formar parte de esta fabulosa página, quiero compartir algo que algunos tal vez no conozcan dela leyenda de la flor púrpura llamada pasionaria.Planta que por estos lados de la montaña se muestra espléndida, es esa que como otras especies de flores vibra en medio del intenso verde de la selva, es considerada el calendario cromático del hombre de estas latitudes, también se cree que es la que mide el paso de la vida. El botón brota verde; pasados tres días su verde se convierte en violáceo oscuro y a la semana siguiente muestra su color rojo intenso, cálido, voluptuoso, para llamar la atención de sus amantes el picaflor, las mariposas, las abejas. Una vez se posa su amante la flor es fecundada, pasa a ser color naranja, empieza a formarse el fruto. Crepúsculos después decrece su color hasta llegar al ocre, luego al requemado hasta llegar al color del humus de la tierra, regresando al suelo de donde brotó para morir después.Cuenta la leyenda que en una vieja época un misionero encontró a una niña que huía de las garras de una fiera, el sacerdote le dijo que corriera y se salvara mientras él enfrentaba a la fiera, que acabó con su vida. La sangre de aquel quedó allí en el camino, sitio en el que con el tiempo nació la planta cuya flor es la pasionaria. La llaman granadilla, también maracuyá. Creencias religiosas han interpretado la composición de esta flor como el acontecimiento de la crucifixión de Jesús. Su leyenda es fascinante y asombrosa cualquiera sea. La imaginación del hombre no conoce límites.La vida es un poco de todo.