Las voces de Penélope
«Fiestera» la llaman, porque músicos y cohetes la preceden y acompañan cuando cada 14 de enero, sube en medio de una extraña mezcla de devoción y alegría, desde la vecina Santa Rosa, vestida con vistosos ropajes que manos y alientos femeninos hicieron florecer a lo largo del año anterior.
Se trata de la Virgen y patrona de los barquisimetanos, la Divina Pastora. Devoción nacida en España por inspiración del capuchino Isidoro de Sevilla, quien mandó a pintar un lienzo cuya virgen era pastorcita de ovejas díscolas o sumisas. De blusa blanca, manto azul, túnica roja y sombrero, báculo a la diestra, cordero en su regazo y delicadas rosas en la mano izquierda, símbolos del poder de la madre de Dios aquí en la tierra como en el cielo.
Dos meses duró trabajando el pintor del lienzo que posteriormente, un 8 de septiembre de 1703, sería llevado en medio de la calle por un grupo grande de devotos entre los cuales destacaban los músicos. Nadie imaginaba que las calles sevillanas darían inicio a una tradición que prendería como una siempreviva en estas tierras.
La virgen llegará para dar protección a los indios. Cruzará los mares con los capuchinos y su ruta será la catequesis. No se saben bien las razones por las cuales, el poblado de Santa Rosa de Lima, primera santa canonizada en América, trocó su primera devoción en la que hoy atrae a millares de peregrinos de todo el país. Llamado Santa Rosa del Cerrito fue fundado para algunos, en 1671, bajo el régimen de encomiendas para acoger a los rebeldes indios gayones, disgregados en misiones o domesticados en servidumbre de casas de blancos cabilderos. En todo caso, la pastorcita será la patrona de quienes buscaron vías distintas a la de la pólvora para señalar los caminos de la fe.
Es fácil recordar las ovejas sumisas o díscolas del primer lienzo de la Virgen nacida en Sevilla. Imaginarse la estrecha relación entre los capuchinos devotos y su tarea pacificadora con la imagen en la mano. Imagen que a su vez, debe haber producido resonancias míticas en pueblos indígenas que veneraban la femineidad en la fertilidad de una tierra no siempre generosa y la recreaba en curvas y oquedades de sus vasijas rituales. La leyenda nacerá con la confusión de los envíos de las imágenes y el peso inesperado que la imagen de la hoy Patrona adquirió en Santa Rosa cuando intentaron transportarla. Más tarde, los estragos del terremoto de 1812 en Barquisimeto, no hicieron mella en la nave donde estaba colocada una imagen de la Divina Pastora, la que parecía emerger incólume entre los escombros, el horror y el griterío .
Se dice que la peste negra o cólera ingresó al país el nueve de septiembre de 1854 por las aguas del río Orinoco, por el puerto de Barrancas. Cuarenta y cinco días después, millar y medio de muertos enlutaron el oriente del país. Barquisimeto y los pueblos vecinos no escaparon a la epidemia, cuyo final quedará guardado en la memoria colectiva -aún en sus diferentes versiones- gracias a la intercesión de la Divina Pastora.
La imagen desatará el imaginario. El padre José Macario Yépez moviliza la edificación de una Cruz en Tierritas Blancas, bendecida con el Nazareno presente, en diciembre de 1855. Ya no importa si el padre Yépez fue la última víctima del cólera o si hizo la pública petición. Especie de Gran Madre,la virgen reúne a todos los sectores de la sociedad en abigarrado grupo de fieles que durante el año le invocan y veneran, en la procesión del 14 de enero. Las promesas convocan multitudes y el barquisimetano asentado en otros lugares, arrastra consigo en esa especie de visita anual de hijo pródigo, gente de otros lares. No hay consumo de alcohol ni escándalosEl respeto y sentido del orden guían la jornaday se ofrece agua y refrescos a los piadosos sedientos.
La devoción ha pasado a ser patrimonio cultural de Lara, al margen del grado de fe o religión de sus habitantes. Remueve al espíritu filial de una comunidad que a pesar de su laboriosidad no ha sido premiada por la riqueza material. Y expresa la necesidad de protección religiosa y psicológica de quienes, asentados en una gran meseta sujeta a los caprichos de los vientos, sueñan con tiempos mejores bajo uno de los cielos más hermosos del mundo y cuyos tonos de azul repiten, literal y simbólicamente, los colores de la virgen.
